Immanuel Kant: ¿progresará la humanidad?

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La pregunta por el progreso humano

En medio de periodos de crisis o grandes transformaciones de la vida humana, a menudo resulta inevitable preguntar si existe o no un progreso en la historia de la humanidad. Kant, pocos años después de la Revolución Francesa, abordó este problema e hizo un intento por dar una respuesta (Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor, 1798).

Su mirada se centró especialmente en la posibilidad de hacer una predicción futura (más que preguntar por el posible progreso hasta el presente) y siempre en relación a la totalidad de la humanidad según sus actos, costumbres y convivencia en común (en ningún caso pregunta por una evolución “natural” o tecnológica).

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Como se verá, “sin pretensión de ser vidente”, Kant arriesgará una postura. Siguiendo las tres posibles respuestas generales al problema (progreso, decadencia o estancamiento), defenderá una de éstas apoyándose en una gran señal histórica que, a su juicio, inclinaría la tendencia en una de estas direcciones.

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Collingwood: tres ideas de la naturaleza

[Lectura: 13 min.]

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El origen de las grandes ideas de la naturaleza

 “… ha habido tres épocas de pensamiento cosmológico positivo; tres épocas, queremos decir, en las que la idea de la naturaleza se ha colocado en el centro del pensamiento, se ha convertido en tema de intensa y prolongada reflexión” (IN 15).

Naturaleza como organismo, naturaleza como máquina, naturaleza como proceso. Para Collingwood, cada una de estas ideas habría logrado desarrollar cosmovisiones predominantes dentro de la historia de Occidente, con largas implicaciones en la autocomprensión del ser humano y el mundo en el que existe.

Ahora bien, la “intensa y prolongada reflexión” que señala, no tendría que ver solamente con un teorizar y pensar puro de la totalidad del cosmos (“filosofía”). Para Collingwood, el surgimiento de las grandes ideas del mundo natural serían siempre resultado de una dinámica entre la reflexión del todo y la investigación empírica y “en detalle” de la naturaleza (“ciencia”):

“…ambas cosas se hallan tan íntimamente trabadas que la ciencia de la naturaleza no puede marchar largo tiempo sin que comience ya la filosofía y que ésta repercuta sobre la ciencia, de la que ha surgido, proporcionándole luego una firmeza y consistencias nuevas…” (IN 17).

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Stephen Hawking: visiones del universo

[Lectura: 15 min.]

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¡A pensar el cosmos!

“Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado tan ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen lo que es el universo que no se han planteado la cuestión de por qué. Por el contrario, las personas cuya ocupación es preguntar por qué –los filósofos- no han sido capaces de mantenerse al tanto del avance de las teorías científicas” (TT 138).

Una de las reflexiones finales de Hawking en La teoría del todo, es la importancia de volver accesible la cosmología y sus fundamentos científicos a un público mayor. La enorme especialización de las ciencias desde el siglo XIX ha sido tan grande, que no solo se ha alejado enormemente del sentido común de las personas, sino que se ha vuelto incluso hermética para otras disciplinas del conocimiento humano.

Es así, comenta Hawking, que incluso para quienes por largo tiempo preguntaron por el cosmos –los filósofos- el tema ha quedado cerrado.  Un Περὶ οὐρανοῦ (Sobre el cielo) de Aristóteles parece anacrónico. O la famosa confesión kantiana “el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí” parecen más anécdotas que motores del pensamiento filosófico actual.

“(…) Los filósofos redujeron tanto el alcance de sus investigaciones que Wittgenstein, el más famoso filósofo de este siglo, dijo: ‘La única tarea que queda para la filosofía es el análisis del lenguaje’. ¡Qué retroceso desde la gran tradición de la filosofía de Aristóteles a Kant’!” (TT 138).

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David Christian: 8 umbrales de la Gran Historia

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Big History: del origen de universo hasta hoy

¿Cuál es nuestra historia común como humanidad? No la de éste o aquél grupo, ni de esta o aquella época, sino la de todos los seres humanos desde los orígenes hasta el momento presente. ¿Es posible hallar un relato semejante?

Este es el propósito de David Christian. Para él es ya posible aventurarse en un relato común que nos permita comprender un poco mejor nuestro lugar en el cosmos. El desarrollo de las ciencias, especialmente en las últimas décadas, ha facilitado la articulación de sus descubrimientos. Esto permitiría crear un relato capaz de vincular  la vida del ser humano con fenómenos tan fundamentales como el origen de la vida o el universo. 

Y es que, en efecto, la pregunta por el ser humano ha conducido siempre a indagar su origen. Hoy en día esto ha llevado a traspasar cada vez más las fronteras de las disciplinas, para posibilitar la adquisición de una mirada más completa e integradora:

“Quien desee comprender la historia de la humanidad deberá examinar la evolución de esa extraña especie que es la especie humana, y esto implica conocer las transformaciones que ha venido experimentando la vida en la Tierra, lo que a su vez conlleva el estudio de la evolución del propio planeta, análisis que nos conduce a estudiar la evolución y el progreso del universo entero” (GH 9).

Preguntar por la historia humana nos lleva a indagar no solo sobre sus fundamentos sociales y culturales, sino también nos conduce a abordar su cualidad de especie y ser viviente en este planeta. Con esto, las preguntas pronto se trasladan a los orígenes de la vida misma, la materia que la hace posible y el Universo en el cual, en última instancia, se ha originado.

Cosmología, Ciencias de la Tierra, Biología, Antropología, Historia y más. Todas estas disciplinas se ven implicadas e interrelacionadas al intentar desarrollar la “Gran Historia” que propone David Christian, desde los inicios del Universo hasta el momento presente del ser humano en la Tierra.

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Norberto Bobbio: promesas y paradojas de la democracia

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Una definición mínima de democracia

“Existen democracias más sólidas o menos sólidas, más vulnerables o menos vulnerables; hay diversos grados de aproximación al modelo ideal, pero aun la más alejada del modelo no puede ser de ninguna manera confundida con un Estado autocrático y mucho menos con uno totalitario.” (FD 46)

Para Bobbio, a pesar de todo, las democracias han logrado resistir e incluso aumentar en el mundo desde la segunda guerra mundial. Por lo mismo -y antes de abordar sus promesas incumplidas y paradojas imprevistas- considera fundamental dejar claro el suelo mínimo que ha persistido a lo largo del último tiempo y que ha significado su oposición definitiva frente a dictaduras y sistemas totalitarios.

“Si se me pide que dé una definición de democracia, yo les respondo así: la democracia es un conjunto de reglas que permiten tomar decisiones colectivas, vale decir, decisiones que se refieren a toda una colectividad, con el mayor consenso posible de las personas a las que estas decisiones se aplicarán.” (DP 127)

Este es el punto de partida para su definición mínima de democracia. Ésta tiene su propio modo de responder a las preguntas comunes a toda forma de gobierno, a saber: quiénes toman las decisiones, cómo lo hacen y bajo qué condiciones lo hacen. La democracia contestaría del siguiente modo:

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Hannah Arendt: poder y violencia

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Para una parte importante de la tradición del pensamiento político se ha asociado de manera más o menos directa el poder con la violencia. De acuerdo a esta perspectiva, tras el poder se hallaría, en realidad, la capacidad de ejercer violencia para mandar y dominar a otros. “El poder surge del cañón de un fusil”, decía Mao Zedong.

Por el contrario, para Hannah Arendt, la violencia no se identifica nunca con el poder, ni tampoco es capaz de producirlo; más bien, serían fenómenos contrarios:

“El poder y la violencia se oponen el uno a la otra; allá donde uno domina, la otra está ausente. La violencia aparece cuando el poder peligra, pero si se permite que siga su curso, lleva a la desaparición del poder. Lo cual implica que es un error pensar que lo opuesto de la violencia es la no violencia; hablar del poder no violento es una redundancia.” (SV 75)

Lo opuesto a la violencia es el poder. Para comprenderlo de esta manera, Arendt acude a una tradición diferente, en donde el poder no es mero mandato y obediencia, sino cooperación, acuerdo y coordinación entre iguales:

“Cuando la ciudad-estado de Atenas dio a su forma de gobierno el nombre de isonomía, o los romanos llamaron civitas a la suya, pensaban en una concepción del poder y de la ley cuya esencia no se basa en la relación mandato-obediencia ni identificaba el poder con el dominio o la ley con el mandato (…) ” (SV 55)

Como se verá, el auténtico poder radicará en la capacidad de unión para actuar concertadamente.

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