El uso de instrumentos no es exclusivo del género humano
¿En qué punto se produce la emergencia de la tecnología tal como la reconocemos en el ser humano? Pues, de hecho, el uso de instrumentos (objetos que permiten alterar el entorno en vistas de algún fin) no es algo exclusivo de la humanidad.
En los animales ya se observan conductas instrumentales. Las aves recolectan ramas y objetos del medio para confeccionar sus nidos destinados a sus polluelos. También los primates, como el mono capuchino, usan rocas para romper frutos para obtener sus alimentos (*).
En estos casos y otros similares, se observa el empleo de objetos del entorno como medios para un fin, ya sea de un modo directo y oportunista (tomar una roca y romper un fruto), o construyendo algo para un propósito determinado (un nido para incubar y criar).
E incluso hay casos de animales que demuestran una conducta instrumental mucho más desarrollada, volviendo aún más difusa la diferencia esencial en este tipo de comportamientos respecto del ser humano.
“Hay 4 millones de tipos de animales y plantas en el mundo: 4 millones de soluciones distintas a los problemas de mantenerse con vida”. (David Attenborough, La vida en la Tierra, 1979)
Aunque hoy ya hay mucho más de 8 millones de especies conocidas entre plantas, animales y otros seres vivos, la esencia del asunto se mantiene: cada nueva especie representa un intento de solucionar el problema de la supervivencia y la conservación de la vida en un medio planetario en constante cambio.
En lo que sigue, se presenta una cronología de algunos de los principales hitos de esta historia evolutiva en la Tierra.
– En constante construcción (ultima actualización 06-01-2024). – Click en las imágenes para verlas en formato grande. – Fuentes principales: Evolución, Toda la Historia, Steve Parker, Ed. Blume 2018; Big History, David Christian et al, Ed. DK MacQuaire University; Enciclopedia Britannica online; Introducción a la prehistoria, Fullola Pericot y otros, Ed. UOC. Fuentes secundarias (puntuales) se remiten en enlaces directos.
“Las especies y los grupos de especies desaparecen gradualmente, unos tras otros, primero de un sitio, luego de otro y, finalmente, del mundo” (Darwin, Origen de las especies, 434).
Así como la historia de cada persona no puede ser plenamente comprendida si no se le sitúa en el contexto histórico humano en el cual vive, tampoco la historia de la humanidad se entiende correctamente si no se la considera dentro de la larguísima historia de la vida en nuestro planeta.
Visto así, muchos hechos y eventos del pasado –por distantes que puedan parecer- cobran especial relevancia, no solo por sus similitudes con el presente, sino porque hacen referencia a condiciones fundamentales de la vida en cualquier tiempo.
Entre estas condiciones básicas hay una que interesa especialmente hoy. Ésta dice que, por muy fuerte o bien adaptada que se encuentre una especie, lo está siempre en relación de dependencia del medio que habita. Y, por la misma razón, cuando ese medio sufre alguna modificación importante, aquellas fortalezas adaptativas pueden llegar a quedar obsoletas, conduciendo eventualmente a la extinción de la especie.
Ahora, si esa transformación del medio habitado acontece en grandes proporciones, como en una catástrofe planetaria, el resultado puede ser aún mayor, llevando a una extinción generalizada o “masiva”. Éstas -a diferencia de las lentas “extinciones de fondo” que acompañan a la selección natural- son rápidas, repentinas y de gran alcance. El resultado puede implicar la desaparición de la gran mayoría de las especies existentes en un tiempo geológico muy corto.
De hecho, esto fue lo que en los 80 los paleontólogos John Sepkoski y David Raup demostraron a partir de numerosos registros fósiles de los últimos 500 millones de años. Descubrieron la existencia de al menos 5 grandes eventos de extinción masiva -los “Big Five”- en los cuales habrían desaparecido entre el 70 al 95% de todas las especies existentes hasta ese entonces. Muchas de éstas, como se verá, habrían sido dominantes y exitosas en su adaptación al medio… hasta el momento de la catástrofe.
En medio de periodos de crisis o grandes transformaciones de la vida humana, a menudo resulta inevitable preguntar si existe o no un progreso en la historia de la humanidad. Kant, pocos años después de la Revolución Francesa, abordó este problema e hizo un intento por dar una respuesta (Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor, 1798).
Su mirada se centró especialmente en la posibilidad de hacer una predicción futura (más que preguntar por el posible progreso hasta el presente) y siempre en relación a la totalidad de la humanidad según sus actos, costumbres y convivencia en común (en ningún caso pregunta por una evolución “natural” o tecnológica).
Como se verá, “sin pretensión de ser vidente”, Kant arriesgará una postura. Siguiendo las tres posibles respuestas generales al problema (progreso, decadencia o estancamiento), defenderá una de éstas apoyándose en una gran señal histórica que, a su juicio, inclinaría la tendencia en una de estas direcciones.
“… ha habido tres épocas de pensamiento cosmológico positivo; tres épocas, queremos decir, en las que la idea de la naturaleza se ha colocado en el centro del pensamiento, se ha convertido en tema de intensa y prolongada reflexión” (IN 15).
Naturaleza como organismo, naturaleza como máquina, naturaleza como proceso. Para Collingwood, cada una de estas ideas habría logrado desarrollar cosmovisiones predominantes dentro de la historia de Occidente, con largas implicaciones en la autocomprensión del ser humano y el mundo en el que existe.
Ahora bien, la “intensa y prolongada reflexión” que señala, no tendría que ver solamente con un teorizar y pensar puro de la totalidad del cosmos (“filosofía”). Para Collingwood, el surgimiento de las grandes ideas del mundo natural serían siempre resultado de una dinámica entre la reflexión del todo y la investigación empírica y “en detalle” de la naturaleza (“ciencia”):
“…ambas cosas se hallan tan íntimamente trabadas que la ciencia de la naturaleza no puede marchar largo tiempo sin que comience ya la filosofía y que ésta repercuta sobre la ciencia, de la que ha surgido, proporcionándole luego una firmeza y consistencias nuevas…” (IN 17).
“Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado tan ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen lo que es el universo que no se han planteado la cuestión de por qué. Por el contrario, las personas cuya ocupación es preguntar por qué –los filósofos- no han sido capaces de mantenerse al tanto del avance de las teorías científicas” (TT 138).
Una de las reflexiones finales de Hawking en La teoría del todo, es la importancia de volver accesible la cosmología y sus fundamentos científicos a un público mayor. La enorme especialización de las ciencias desde el siglo XIX ha sido tan grande, que no solo se ha alejado enormemente del sentido común de las personas, sino que se ha vuelto incluso hermética para otras disciplinas del conocimiento humano.
Es así, comenta Hawking, que incluso para quienes por largo tiempo preguntaron por el cosmos –los filósofos- el tema ha quedado cerrado. Un Περὶ οὐρανοῦ (Sobre el cielo) de Aristóteles parece anacrónico. O la famosa confesión kantiana “el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí” parecen más anécdotas que motores del pensamiento filosófico actual.
“(…) Los filósofos redujeron tanto el alcance de sus investigaciones que Wittgenstein, el más famoso filósofo de este siglo, dijo: ‘La única tarea que queda para la filosofía es el análisis del lenguaje’. ¡Qué retroceso desde la gran tradición de la filosofía de Aristóteles a Kant’!” (TT 138).