Norberto Bobbio: promesas y paradojas de la democracia

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Una definición mínima de democracia

“Existen democracias más sólidas o menos sólidas, más vulnerables o menos vulnerables; hay diversos grados de aproximación al modelo ideal, pero aun la más alejada del modelo no puede ser de ninguna manera confundida con un Estado autocrático y mucho menos con uno totalitario.” (FD 46)

Para Bobbio, a pesar de todo, las democracias han logrado resistir e incluso aumentar en el mundo desde la segunda guerra mundial. Por lo mismo -y antes de abordar sus promesas incumplidas y paradojas imprevistas- considera fundamental dejar claro el suelo mínimo que ha persistido a lo largo del último tiempo y que ha significado su oposición definitiva frente a dictaduras y sistemas totalitarios.

“Si se me pide que dé una definición de democracia, yo les respondo así: la democracia es un conjunto de reglas que permiten tomar decisiones colectivas, vale decir, decisiones que se refieren a toda una colectividad, con el mayor consenso posible de las personas a las que estas decisiones se aplicarán.” (DP 127)

Este es el punto de partida para su definición mínima de democracia. Ésta tiene su propio modo de responder a las preguntas comunes a toda forma de gobierno, a saber: quiénes toman las decisiones, cómo lo hacen y bajo qué condiciones lo hacen. La democracia contestaría del siguiente modo:

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Musonio Rufo y Aspasia de Mileto: las mujeres también han de filosofar

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El prejuicio de la antigüedad clásica contra la mujer filósofa

En la búsqueda histórica, dentro de la antigüedad clásica, de referentes o modelos para fomentar la filosofía entre las mujeres, nos encontramos prontamente con un obstáculo mayor. No sólo chocamos con una lamentable escasez de fuentes disponibles, sino que además nos encontramos por doquier con un discurso en el cual a la mujer se le niega, de una u otra manera, el acceso a la filosofía.

En la Grecia y Roma de la antigüedad, la mujer tiene asignado, en primer lugar, un rol social limitado (“dueña de casa”) que dificulta enormemente su educación y restringe su participación en la vida ciudadana. En segundo lugar, y acaso lo más grave, se ve apresada por un prejuicio generalizado en el cual se considera que por naturaleza no está bien dispuesta para la filosofía y las tareas de la razón. Simone de Beauvoir, en el inicio de su obra El segundo sexo, expone este prejuicio en las palabras del propio Pitágoras:

“Existe un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.” (Ss 11)

Ejemplos como éste abundan en la literatura y la filosofía antigua. Sin embargo, también es posible encontrar algunas luces (aunque escasas) que permiten contrariar estas nefastas opiniones. Si bien esos casos ejemplares no son totalmente perfectos –en el horizonte de nuestras actuales exigencias- sí consiguen poner en cuestión prejuicios arraigados de su propia época y que, aunque parezca sorprendente, aún conservan vigencia en algunos sectores de la sociedad hasta el día de hoy. Así es como podemos encontrar, por suerte, palabras como las que siguen en el siglo I d.C.:

“El mismo raciocinio han recibido de los dioses las mujeres y los hombres, el que utilizamos en las relaciones mutuas y con el que discurrimos sobre cada cosa si es buena o mala y si es hermosa o fea. (…) el deseo y la buena disposición natural hacia la virtud residen no sólo en los hombres, sino también en las mujeres.” (Df III-9)

Estas son palabras del filósofo estoico y romano Musonio Rufo, para quien, como se revisará a continuación, mujeres y hombres poseen por naturaleza la misma razón, disposición y capacidad para pensar y educarse, para filosofar y formarse como seres racionales y virtuosos. 

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Jacques Ellul: el fenómeno técnico como realidad independiente

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“La técnica ha tomado cuerpo, se ha convertido en una realidad en sí misma. No es ya solamente medio e intermediario, sino objeto en sí, realidad independiente y con la que hay que contar” (Et 68).

En general, se suele considerar la técnica y las tecnologías como medios o herramientas al servicio del ser humano. Sin embargo, para Jacques Ellul, esta mirada excesivamente antropocéntrica ha sido incapaz de comprender el fenómeno técnico tal como ha evolucionado en los últimos siglos. La técnica, dice, no debe confundirse ni con las máquinas, ni con las operaciones técnicas particulares. La técnica, por el contrario, constituye un fenómeno total, un orden sistémico que ha llegado a expandir la lógica de la máquina a todos los ámbitos de la vida humana.

“…en nuestra civilización, la técnica no está limitada por nada: se extiende a todos los campos y abarca toda la actividad y todas las actividades del hombre.” (Et 84)

Si bien la técnica se originó históricamente como herramienta para servir al ser humano en su lucha contra el medio natural, ha evolucionado hasta convertirse ella misma en el medio o entorno con el cual hay que tratar. Pero esto no es todo, para Ellul el fenómeno técnico ha llegado a independizarse de los fines humanos. Y aunque es cierto que no puede entenderse su realidad sin ponerla en relación con la sociedad y el ser humano, es cada vez más evidente que ha hecho prevalecer su propia ley -eficiencia e instrumentalización total- hasta el punto de transformar al ser humano en una pieza más dentro de una inmensa maquinaria.

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J. P. Sartre: existencialismo y libertad total

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La existencia precede a la esencia

“el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y hacer recaer sobre él la responsabilidad total de su existencia.” (EH 33)

Pero, ¿qué es el ser humano?, ¿de qué trata su “existencia”? Para Sartre el ser humano no tiene un ser o esencia previa. Por el contrario, el ser humano “no es otra cosa que lo que él se hace” (EH 31). Se trata de la inevitable y fundamental libertad para hacerse a sí mismo en contraposición a toda tesis que mire al ser humano como una naturaleza ya hecha o determinada de antemano. Ahora bien, sin negar la “condición humana” en la cual siempre es arrojada cada existencia, la libertad sería siempre total en la medida que nunca se deja de elegir qué hacer en cada situación en la cual uno se pueda encontrar. 

Es por lo anterior que Sartre afirma que “la existencia precede a la esencia”, pues antes de cualquier esencia (naturaleza, concepto o definición previa que le determine), el individuo existe eligiendo y haciendo su ser:

“¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después. Y será tal como se haya hecho.” (EH 31)

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Nicola Abbagnano: búsqueda, compromiso y destino

[Lectura: 4 min.]

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Para Nicolai Abbagnano, el existencialismo, más que una escuela o doctrina filosófica, es un llamado al hombre a adoptar una actitud total respecto de su propia existencia y a salir de la falta de compromiso consigo mismo:

“El existencialismo tiende a sustraer al hombre del indiferentismo anónimo, de la disipación, de la infidelidad a sí mismo y a los otros; tiende a restituirlo a su destino, a reintegrarlo a su libertad” (E 27)

Búsqueda

En primer lugar, Abbagnano señala la condición fundamental para todo ser humano:

“En todos sus aspectos, humildes o elevados, la existencia del hombre es la búsqueda del ser. (…) El hombre busca en todos los casos una satisfacción, un completamiento, una estabilidad que le faltan: busca el ser” (E 14)

Esta búsqueda del “ser”, nos dice, concierne a un “estado” o un “modo de ser” requerido para dar respuesta a las exigencias o necesidades fundamentales de la existencia.

Se trata de una “búsqueda” por cuanto dicho “ser” no está ya dado, sino que “falta” y no se lo “posee”. Este carácter de falta manifiesta cierto límite, “finitud” o impotencia que, aunque pareciera una debilidad, es lo que abriría la posibilidad de un genuino compromiso del ser humano consigo mismo.

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Karl Jaspers: Tiempo eje y Edad técnica

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El sentido de la historia

Para nosotros historia es el recuerdo, no solo para conocerlo, sino para vivir de él. La historia es el fundamento ya asentado al cual quedamos vinculados cuando no queremos disolvernos en nada, sino que aspiramos a participar en el ser del hombre. (Jaspers, OM 297)

Para Karl Jaspers, sin una profunda mirada sobre la historia, la pregunta por el sentido de nuestra época se oscurece. Por el contrario, al atenderla, nuestra comprensión sobre las cosas y nuestro propio ser se esclarece y nos permite ver cuán hondamente requerimos preguntar por ella y su sentido para poder mirar también hacia el futuro. 

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