Ser primate, ser humano (II) Franz de Waal

[Lectura: 5 min.]

La otra cara de la moneda: bonobos

Parte II: tras la revisión de los chimpancés con Goodall, ahora otro primate cercano al ser humano, con los estudios de Franz de Waal (parte anterior)

a) Pacifismo y sexualidad

“Entre los bonobos no se producen guerras a muerte, apenas cazan, los machos no dominan a las hembras, y hay mucho, mucho sexo. (…) Los bonobos hacen el amor, no la guerra. Son los hippies del mundo primate” (De Waal, el mono que llevamos dentro 43)

Junto con los chimpancés, los bonobos son nuestros parientes más cercanos (99% de similitud en el ADN). Inicialmente, se los consideró un tipo de chimpancé (“pigmeo” o pan troglodytes paniscus). Pero algunas diferencias morfológicas y notables distinciones conductuales llevaron a que se los tomara como una especie propia (pan paniscus). En 1954 Tratz y Heck publicaron uno de los primeros estudios donde se destacaba dicha diferencia:

“El bonobo es una criatura extraordinariamente sensible y tierna, muy alejada de la Urkraft (fuerza primitiva) demoniaca del chimpancé adulto”. (Tratz y Heck en De Waal 42)

Los bonobos, al contrario del sistema patriarcal y competitivo de los chimpancés, se organizan en un matriarcado liderado por una hembra veterana. Y aunque los machos siguen siendo más fuertes y grandes que las hembras, estas consiguen controlarlos tanto por la cooperación entre ellas, como por una abundante práctica de vida sexual para aligerar las tensiones.

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Revolución cosmológica, revolución humana (II) Galileo, Descartes y Newton

[Lectura: 11 min.]
Parte II. Continúa la revolución científica y la "destrucción del Cosmos" (Koyré). Una transformación no solo de la mirada del Universo, sino también del puesto del ser humano en el Cosmos. (Parte anterior)

4. Galileo: observa

“La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se puede entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto.” (Galileo, El ensayador 63)

Galileo Galilei, copernicano como Kepler, también defendió un universo fundado en las matemáticas. El nuevo método, por consiguiente, debía atender al aspecto cuantitativo de todo lo observado, aplicando mediciones cada vez que fuera posible. No se diferenciaba, entonces, entre un mundo terrenal y otro celestial, sino que todo quedaba regido bajo el “lenguaje matemático” del universo.

2 telescopios originales creados por Galileo (3 y 20 aumentos). La leyenda en latín dice: Tubo óptico, obra de Galileo, con el cual observó por primera vez las manchas solares, las montañas de la Luna, los satélites de Júpiter y una nueva imagen del universo en 1609. (museogalileo.it) 

Pero todo modelo o hipótesis matemática debía corroborarse en la experiencia. Esta confianza en lo empírico, lo condujo en 1609 a atender los rumores de un nuevo instrumento creado en Holanda: el perspicillum o telescopio. En pocos meses consiguió construir uno y perfeccionarlo para observar el cielo, iniciando la historia de un instrumento científico que no ha hecho sino ampliar el horizonte del universo ante nuestros ojos.

Sidereus Nuncius (El mensajero de las estrellas, 1610):

“Grandes en verdad son las cosas que en este breve tratado propongo a la vista y contemplación de los estudiosos de la naturaleza. Grandes, digo, sea por su excelencia intrínseca, sea por su novedad, jamás oída en todos los tiempos, sea en fin, por el instrumento mediante el cual esas mismas cosas se han hecho accesible a nuestros sentidos. (…) Sin duda es importante aumentar el gran número de las estrellas fijas que la humanidad ha podido contemplar hasta ahora mediante su visión natural, poniendo ante los ojos otras innumerables que nunca antes se habían visto…” (Galileo en Koyré, 87)

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Revolución cosmológica, revolución humana (I) Copérnico, Bruno y Kepler

[Lectura: 8 min.]

Revolución científica y “destrucción del Cosmos”

Sistema geocéntrico (ilus. A. Cellarius, Harmonia Macroscópica 1660)

La revolución científica no solo creó un nuevo método de conocimiento para el ser humano, sino también alteró radicalmente la mirada del cosmos y nuestro lugar en este.

De sentirnos seguros en el centro de un universo finito y ordenado, a reconocernos como un pequeñísimo punto sin lugar especial dentro de un inmenso universo. La revolución desencadenada por Nicolás Copérnico no solo rompió con más de un milenio de geocentrismo, sino que forzó a abandonar el lugar que teníamos dentro del todo.

“No hace falta que insista en la abrumadora importancia científica y filosófica de la astronomía copernicana la cual, al quitar a la Tierra del centro del mundo, colocándola entre los planetas, minó los fundamentos mismos del orden cósmico tradicional con su estructura jerárquica y con su oposición cualitativa entre el reino celeste del ser inmutable y la región terrestre o sublunar del cambio y la corrupción.” (Koyré, Del mundo cerrado al universo infinito 32)

Para Alexandre Koyré se trata de una verdadera “destrucción del cosmos”. Las nuevas ideas y el nuevo método de las ciencias consiguieron deshacer y recrear la mirada del universo. De uno finito, organizado y con finalidad, a uno infinito, matematizado, mecanizado y sin propósito dado. El ser humano queda fuera del centro de una totalidad que, además, revela dimensiones inimaginables, y cuyo ordenamiento —o falta de este— no ofrece con claridad un puesto humano en la totalidad del cosmos.

Y aunque la mirada del universo descubierto hasta Newton sufra cambios en el siglo XX, deja características y huellas esenciales —como se verá a continuación— que determinan hasta hoy cómo nos experimentamos y comprendemos dentro de la totalidad en la cual existimos.

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Ser primate, ser humano (I) Jane Goodall

[Lectura: 8 min.]

Ser humano: ¿un animal más?

¿Somos un animal más entre otros? El ser humano, con un amplio dominio sobre el planeta, tiene dificultades para reconocer la cercanía de su naturaleza con otras especies. Y no por nada, el desarrollo de su lenguaje, su tecnología y organización social han alcanzado un grado de complejidad que parece no tener comparación. Sin embargo, en la proximidad de algunas de las especies más cercanas, mucho de lo que creemos único en el Homo sapiens, queda en franca cuestión.

En el trato cotidiano con diversos animales, como nuestras mascotas, aunque reconocemos algo de “humanidad” en sus conductas, tendemos a mantenerlas en una categoría lejana. Algo distinto, sin embargo, ocurre al observar directamente al rostro y los ojos de uno de los grandes simios. En la mirada de un chimpancé, un bonobo, un orangután o un gorila pareciera expresarse un reflejo de nuestro propio ser. Y la evidencia es abundante, pues junto con compartir nada menos que entre el 98 y 99% de ADN, las observaciones acumuladas no han hecho sino intensificar la idea de que están mucho más cerca de nosotros de lo que solemos creer.

Pero, ¿por qué insistir en esta comparación? ¿Importan estas similitudes, cuando el hecho final es que solo el Homo sapiens se ha expandido por el planeta?

La naturaleza nos ofrece un espejo. En los grandes simios podemos ver no solo huellas de nuestros antiguos ancestros, sino también parte de lo que radica en el fondo de nuestro ser hasta el día de hoy.

A continuación, siguiendo a los etólogos y primatólogos Jane Goodall y Frans de Waal, se revisará dicho reflejo atendiendo a las dos especies vivas más cercanas: el chimpancé y el bonobo. Con estas se ahondará en nuestra innegable condición de ser primates, y en la posibilidad que tenemos de ir más allá de esta.

Homo sapiens en el reino animal

Dominio Reino Filo Clase Orden Familia Género Especie
Eucaria Animalia Cordados Mammalia Primate Homínidos Homo Sapiens

➤ Primates o “primeros” (desplegar)
  • Infraorden Simiformes (antropoides, monos y simios)
    • Familia Hilobátidos (simios menores, como Gibones)
    • Familia Homínidos (grandes simios)
      • Subfamilia Ponginae (Orangutanes)
      • Subfamilia Homininae (Chimpancés, Bonobos, Gorilas, Humanos)
        • Tribu Gorillini (Gorilas)
        • Tribu Hominini (Chimpancés, Bonobos, Humanos y especies relacionadas extintas)
          • Subtribu Panina
            • Género Pan
              • Pan troglodytes (chimpancé común)
              • Pan paniscus (bonobo)
          • Subtribu Hominina (humanos y especies relacionadas extintas)
            • Género Homo
              • Especies Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis, etc.
              • Especie Homo sapiens (única viva)

Fuente: Parker, Evolución 506.

 


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Sobre el fundamento último (I) De Hesíodo a Descartes

[Lectura: 10 min.]

I. La pregunta por el fundamento

¿Cuál es el principio último de todas las cosas? ¿Qué es aquello que subyace, origina o posibilita todo lo existente? ¿Qué sostiene, en último término, toda la realidad?

Grabado anónimo en C. Flammarion 

Esta es la pregunta por los fundamentos. Y aunque pueda plantearse de distintas maneras, considera siempre dos aspectos capitales: por una parte, pregunta por lo que fundamenta sin estar esto mismo fundamentado por algo más; y por otra, el que tiene un alcance completo, es decir, que abarca absolutamente toda la realidad.

La pregunta es de máxima importancia, pues no solo aborda el fundamento en el que se sostienen los saberes de la humanidad, sino que también apunta a nuestras creencias básicas sobre la realidad, aquellas que orientan nuestro diario vivir.

“El árbol de la ciencia”, Ramón Llull.

Así, preguntando por el fundamento más universal y sus posibles modos de ser, se abre en el saber la cuestión de las raíces de las principales regiones de la realidad (p. ej.: “materia”, “vida”, “mente”), así como las respectivas disciplinas que se ocupan de ellas. Respondiendo al problema, se da orden a la realidad, se clasifican las ciencias, y el camino de toda investigación posterior queda determinado.

Y, en lo que toca a la vida común, lejos de la intención puramente intelectual, este preguntar recuerda que vivimos bajo una comprensión de fondo que -de una u otra manera- responde al problema de los fundamentos. Con estas respuestas subyacentes damos un mínimo de coherencia a nuestro mundo, así como una orientación mínima para decidir y obrar en este. Porque, por ejemplo, no es lo mismo vivir creyendo que el fundamento del todo es un Dios creador, omnipotente y omnibenevolente, que hacerlo suponiendo que toda la realidad es un enorme complejo de partículas elementales sin finalidad alguna. No es necesario teorizar estas ideas para que, como creencias, gobiernen nuestras vidas.

Ahora bien, ¿por qué una pregunta tan importante no recibe mayor atención en nuestro diario vivir?, ¿por qué, si toca las bases mismas de nuestra existencia, queda relegada a la actividad de algunos filósofos, teólogos o científicos? ¿Acaso poseemos una respuesta tan satisfactoria, que ya no vale la pena preguntar más? Difícilmente.

En lo que sigue se revisarán algunos de los intentos más importantes por responder la pregunta por los fundamentos. Una revisión breve, por cierto, pero no necesariamente superficial si consigue captar -en una mirada- la persistencia, por siglos y hasta hoy, de quizás la pregunta más importante de todas.

  1. La pregunta por el fundamento
  2. Su historia
    1. Hesíodo
    2. Parménides
    3. Platón y Aristóteles
    4. Agustín y Aquino
    5. Descartes
    6. Leibniz
    7. Kant
    8. Hegel
    9. Heidegger
    10. ¿Ciencia? (Hawking)
  3. Su vigencia

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