Ser primate, ser humano (I) Jane Goodall

[Lectura: 8 min.]

Ser humano: ¿un animal más?

¿Somos un animal más entre otros? El ser humano, con un amplio dominio sobre el planeta, tiene dificultades para reconocer la cercanía de su naturaleza con otras especies. Y no por nada, el desarrollo de su lenguaje, su tecnología y organización social han alcanzado un grado de complejidad que parece no tener comparación. Sin embargo, en la proximidad de algunas de las especies más cercanas, mucho de lo que creemos único en el Homo sapiens, queda en franca cuestión.

En el trato cotidiano con diversos animales, como nuestras mascotas, aunque reconocemos algo de “humanidad” en sus conductas, tendemos a mantenerlas en una categoría lejana. Algo distinto, sin embargo, ocurre al observar directamente al rostro y los ojos de uno de los grandes simios. En la mirada de un chimpancé, un bonobo, un orangután o un gorila pareciera expresarse un reflejo de nuestro propio ser. Y la evidencia es abundante, pues junto con compartir nada menos que entre el 98 y 99% de ADN, las observaciones acumuladas no han hecho sino intensificar la idea de que están mucho más cerca de nosotros de lo que solemos creer.

Pero, ¿por qué insistir en esta comparación? ¿Importan estas similitudes, cuando el hecho final es que solo el Homo sapiens se ha expandido por el planeta?

La naturaleza nos ofrece un espejo. En los grandes simios podemos ver no solo huellas de nuestros antiguos ancestros, sino también parte de lo que radica en el fondo de nuestro ser hasta el día de hoy.

A continuación, siguiendo a los etólogos y primatólogos Jane Goodall y Frans de Waal, se revisará dicho reflejo atendiendo a las dos especies vivas más cercanas: el chimpancé y el bonobo. Con estas se ahondará en nuestra innegable condición de ser primates, y en la posibilidad que tenemos de ir más allá de esta.

Homo sapiens en el reino animal

Dominio Reino Filo Clase Orden Familia Género Especie
Eucaria Animalia Cordados Mammalia Primate Homínidos Homo Sapiens

➤ Primates o “primeros” (desplegar)
  • Infraorden Simiformes (antropoides, monos y simios)
    • Familia Hilobátidos (simios menores, como Gibones)
    • Familia Homínidos (grandes simios)
      • Subfamilia Ponginae (Orangutanes)
      • Subfamilia Homininae (Chimpancés, Bonobos, Gorilas, Humanos)
        • Tribu Gorillini (Gorilas)
        • Tribu Hominini (Chimpancés, Bonobos, Humanos y especies relacionadas extintas)
          • Subtribu Panina
            • Género Pan
              • Pan troglodytes (chimpancé común)
              • Pan paniscus (bonobo)
          • Subtribu Hominina (humanos y especies relacionadas extintas)
            • Género Homo
              • Especies Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis, etc.
              • Especie Homo sapiens (única viva)

Fuente: Parker, Evolución 506.

 


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Sobre el fundamento último (I) De Hesíodo a Descartes

[Lectura: 10 min.]

I. La pregunta por el fundamento

¿Cuál es el principio último de todas las cosas? ¿Qué es aquello que subyace, origina o posibilita todo lo existente? ¿Qué sostiene, en último término, toda la realidad?

Grabado anónimo en C. Flammarion 

Esta es la pregunta por los fundamentos. Y aunque pueda plantearse de distintas maneras, considera siempre dos aspectos capitales: por una parte, pregunta por lo que fundamenta sin estar esto mismo fundamentado por algo más; y por otra, el que tiene un alcance completo, es decir, que abarca absolutamente toda la realidad.

La pregunta es de máxima importancia, pues no solo aborda el fundamento en el que se sostienen los saberes de la humanidad, sino que también apunta a nuestras creencias básicas sobre la realidad, aquellas que orientan nuestro diario vivir.

“El árbol de la ciencia”, Ramón Llull.

Así, preguntando por el fundamento más universal y sus posibles modos de ser, se abre en el saber la cuestión de las raíces de las principales regiones de la realidad (p. ej.: “materia”, “vida”, “mente”), así como las respectivas disciplinas que se ocupan de ellas. Respondiendo al problema, se da orden a la realidad, se clasifican las ciencias, y el camino de toda investigación posterior queda determinado.

Y, en lo que toca a la vida común, lejos de la intención puramente intelectual, este preguntar recuerda que vivimos bajo una comprensión de fondo que -de una u otra manera- responde al problema de los fundamentos. Con estas respuestas subyacentes damos un mínimo de coherencia a nuestro mundo, así como una orientación mínima para decidir y obrar en este. Porque, por ejemplo, no es lo mismo vivir creyendo que el fundamento del todo es un Dios creador, omnipotente y omnibenevolente, que hacerlo suponiendo que toda la realidad es un enorme complejo de partículas elementales sin finalidad alguna. No es necesario teorizar estas ideas para que, como creencias, gobiernen nuestras vidas.

Ahora bien, ¿por qué una pregunta tan importante no recibe mayor atención en nuestro diario vivir?, ¿por qué, si toca las bases mismas de nuestra existencia, queda relegada a la actividad de algunos filósofos, teólogos o científicos? ¿Acaso poseemos una respuesta tan satisfactoria, que ya no vale la pena preguntar más? Difícilmente.

En lo que sigue se revisarán algunos de los intentos más importantes por responder la pregunta por los fundamentos. Una revisión breve, por cierto, pero no necesariamente superficial si consigue captar -en una mirada- la persistencia, por siglos y hasta hoy, de quizás la pregunta más importante de todas.

  1. La pregunta por el fundamento
  2. Su historia
    1. Hesíodo
    2. Parménides
    3. Platón y Aristóteles
    4. Agustín y Aquino
    5. Descartes
    6. Leibniz
    7. Kant
    8. Hegel
    9. Heidegger
    10. ¿Ciencia? (Hawking)
  3. Su vigencia

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Dilthey: teoría de las concepciones del mundo

[Lectura: 6 min.]

1. La lucha entre las concepciones del mundo

“Así como la tierra está cubierta de innumerables formas vivientes, entre las cuales acontece una lucha constante por la existencia y el espacio para su propagación, del mismo modo se desarrollan en el mundo de los seres humanos las formas de visión del mundo y luchan entre sí por el dominio del alma” (Dilthey, Teoría de las concepciones del mundo 47).

Desde sus orígenes el ser humano ha formado concepciones del mundo para dar respuesta a algunos de los problemas más importantes de su existencia: ¿qué somos?, ¿qué es el mundo?, ¿qué debemos hacer en este? Pero en el desarrollo histórico de estos intentos, lejos de una convivencia dialogante entre posturas, se ha dado un antagonismo lleno de pugnas fervientes y muchas veces violentas.

Para el filósofo Wilhelm Dilthey, una de las razones de estas luchas se explica por la íntima implicación de las concepciones de mundo en la vida humana. Estas, dice, no son simples posturas intelectuales, sino que se originan y repercuten en la experiencia vital de los individuos.

Las ideas del mundo implican, por supuesto, pensamientos, pero también se fraguan en sentimientos, valoraciones, y voluntades. El desencuentro, por este motivo, va mucho más allá de una mera disputa de ideas.

Pero hay más. La pugna entre cosmovisiones también ocurre porque cada postura se autoafirma —declaradamente o no— como verdad completa, derivando en la negación total de toda otra concepción antagónica. Y aquí es donde Dilthey responde categóricamente: no hay sistemas de verdad absoluta.

Aunque las concepciones del mundo toquen algo de lo real, siempre dependerán de la experiencia de vida de los individuos, así como también de la época histórica a la cual pertenecen.
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Naturaleza y Emergencia I: C Lloyd Morgan

[Lectura: 8 min.]

1. Emergencia y nuevas realidades

“La naturaleza ama esconderse. [El devenir es un proceso secreto]” (Heráclito*)

Universo Geométrico – Alejandro Hernandez (ARTEnet)

La historia del universo transcurre como una incesante creación de nuevas realidades. Partículas elementales, átomos, moléculas, células, organismos complejos, e incluso, en nuestra propia especie, el surgimiento de la conciencia. ¿Qué más podemos esperar?

La naturaleza parece proceder a saltos, creando realidades tan disímiles como la materia inerte, lo vivo, o la conciencia reflexiva. Lo nuevo surge, pero sus características no se encuentran en las partes o etapas previas que lo han conformado. No hay metabolismo en los átomos de una célula, ni conciencia en las neuronas que conforman un cerebro. Es evidente que emergen realidades distintas, que a su vez son capaces de engendrar otras, hasta niveles inciertos de complejidad.

Conwy Lloyd Morgan 1852-1936

A este fenómeno de saltos creativos de la realidad, se lo conoce hace ya más de un siglo como emergencia. Tanto la filosofía como la ciencia la han abordado de manera sistemática para intentar esclarecer lo que acontece en esta.

En lo que sigue, primero con el filósofo C Lloyd Morgan (Evolución Emergente, 1922), y luego (parte II) con el científico y teórico de la complejidad John H Holland (Emergence, 1999), se aclararán algunas de las características fundamentales de la emergencia, así como lo que puede esperarse de su carácter creativo.
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Ludwig von Bertalanffy: el sistema vivo

[Lectura: 10 min.]

Totalidad y organismo

Si hay algo que nos sorprende de lo vivo es su complejidad. Por bellas y asombrosas que puedan ser las formas de la materia inerte -montañas, océanos, estrellas- ninguna consigue acercarse al nivel de organización y elaborada dinámica que describe el más simple de los organismos vivos.

Protozoo (Vorticella) 400X Darkfield Microscopy (Frank Fox)

Como lo indicara Ludwig von Bertalanffy, la vida es un complejo sistema organizado, uno solo comprensible si se aprecia el organismo que aparece en su totalidad. La mirada centrada solo en sus partes y mecanismos aislados resulta insuficiente. Por un lado, las partes solo se comprenden correctamente al relacionarlas al todo al cual pertenecen; y, por otro, ese todo exhibe propiedades emergentes que no pueden ser reducidas a las de sus partes constituyentes:

Ludwig von Bertalanffy (1901 – 1972). Biólogo y filósofo austriaco.

“En primer lugar, es imposible desdoblar de modo completo los fenómenos de la vida en unidades elementales; cada porción y cada proceso no dependen sólo de las condiciones de él mismo, sino en un alcance mayor o menor «del todo», de la unidad de orden superior en la que se insertan (…) En segundo lugar, muestra el conjunto propiedades y modos de comportarse de que carecen las partes aisladas.” (CB, 13, 14)

Hoy esta idea se suele resumir así: “el todo es más que la suma de sus partes”. Pero aunque Bertalanffy toma distancia de las explicaciones reduccionistas, tampoco introduce un principio animista o metafísico para explicar el fenómeno emergente. Para él, en realidad, es el orden sistémico -la compleja red de relaciones entre todas las partes- la que explica el origen de nuevas propiedades y leyes:

“…no sólo hay que considerar las partes y procesos parciales del organismo, sino también sus múltiples interacciones y las leyes reguladoras de esas interacciones.” (CB, 207)

Esto es la “organísmica” o el “principio de totalidad”. Desde esta perspectiva, Bertalanffy planteará 3 características claves para poder definir lo vivo (cf. CB, 147):

  1. El sistema vivo es un sistema abierto.
  2. La vida existe en niveles jerárquicos de organización.
  3. El todo vivo cambia y posee un carácter histórico.

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Schrödinger: vida y entropía, la persistencia del orden

[Lectura: 8 min.]

Totalidad y organismo

“(…) el universo siempre va del “orden” al “desorden”, la entropía siempre aumenta.” (Richard Feynman, The Feynman Lectures on Physics)

El universo se dirige a un estado creciente de “desorden”: un aumento sin cesar de las azarosas configuraciones que puede adoptar su materia. La cantidad de microestados posibles crece inexorablemente, empujando a toda forma “ordenada” a volverse cada vez más improbable. Esto es lo que quiere decir, en términos generales, el principio entrópico o segunda ley de la termodinámica.

Toda estructura natural se dirige a su disolución, a la ascendente incertidumbre sobre la configuración que adoptará su materia. Y, tal como Ludwig Boltzmann lo formulara en el siglo XIX, siempre de modo irreversible:

“La termodinámica general se aferra a la invariable irreversibilidad de todos los procesos naturales. Asume una función (la entropía) cuyo valor solo puede cambiar en una dirección (por ejemplo, solo puede aumentar) a través de cualquier suceso en la naturaleza.” (Ludwig Boltzmann, Lectures on Gas Theory)

Pero hay un caso que parece excepcional. Hay un ente que aparenta ir contra la tendencia irreversible del crecimiento entrópico en el universo.

Los organismos vivos, en efecto, demuestran una extraordinaria capacidad para sostener su ordenamiento en el tiempo, como si poseyeran un principio activo que cuida su improbable configuración:

Erwin Schrödinger (Premio Nobel Física 1933)

“La sucesión de acontecimientos en el ciclo vital de un organismo exhibe una regularidad y un orden admirables, no rivalizados por nada de lo que observamos en la materia inanimada.” (Schrödinger, ¿Qué es la vida?, 105)

Desde esta observación inicial, Erwin Schrödinger inicia sus cuestionamientos sobre la naturaleza de lo vivo.

Sin negar de antemano la validez del principio entrópico en los seres vivientes, se pregunta por esta enigmática paradoja: mientras todo el cosmos tiende a la entropía, lo vivo persiste en sostener su orden. ¿Hay acaso aquí una ley o fuerza especial de la naturaleza no descubierta?, ¿o tal vez la entropía sigue rigiendo, pero de un modo que aún cabe aclarar?

El hecho es notable, no puede desatenderse esta improbable ocurrencia: lo vivo ha alcanzado un ordenamiento interno sumamente complejo. Tampoco puede olvidarse su enorme persistencia: la vida ha conseguido mantenerse a sí misma por casi cuatro mil millones de años. ¿Cómo podemos, entonces, comprender su maravillosa organización en un universo regido por la entropía?

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