Homo Sapiens y extinción masiva

Extinción

“Las especies y los grupos de especies desaparecen gradualmente, unos tras otros, primero de un sitio, luego de otro y, finalmente, del mundo” (Darwin, Origen de las especies,  434).

Scott, Katie – Historia de la vida (Impedimenta)

Así como la historia de cada persona no puede ser plenamente comprendida si no se le sitúa en el contexto histórico humano en el cual vive, tampoco la historia de la humanidad se entiende correctamente si no se la considera dentro de la larguísima historia de la vida en nuestro planeta.

Visto así, muchos hechos y eventos del pasado –por distantes que puedan parecer- cobran especial relevancia, no solo por sus similitudes con el presente, sino porque hacen referencia a condiciones fundamentales de la vida en cualquier tiempo.

Entre estas condiciones básicas hay una que interesa especialmente hoy. Ésta dice que, por muy fuerte o bien adaptada que se encuentre una especie, lo está siempre en relación de dependencia del medio que habita. Y, por la misma razón, cuando ese medio sufre alguna modificación importante, aquellas fortalezas adaptativas pueden llegar a quedar obsoletas, conduciendo eventualmente a la extinción de la especie.

Ahora, si esa transformación del medio habitado acontece en grandes proporciones, como en una catástrofe planetaria, el resultado puede ser aún mayor, llevando a una extinción generalizada o “masiva”. Éstas -a diferencia de las lentas “extinciones de fondo” que acompañan a la selección natural- son rápidas, repentinas y de gran alcance. El resultado puede implicar la desaparición de la gran mayoría de las especies existentes en un tiempo geológico muy corto.

Intensidad de extinción de géneros de especie marítimos en base al original de Raup y Sepkoski 1982

De hecho, esto fue lo que en los 80 los paleontólogos John Sepkoski y David Raup demostraron a partir de numerosos registros fósiles de los últimos 500 millones de años. Descubrieron la existencia de al menos 5 grandes eventos de extinción masiva -los “Big Five”- en los cuales habrían desaparecido entre el 70 al 95% de todas las especies existentes hasta ese entonces. Muchas de éstas, como se verá, habrían sido dominantes y exitosas en su adaptación al medio… hasta el momento de la catástrofe.

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Musonio Rufo y Aspasia de Mileto: las mujeres también han de filosofar

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El prejuicio de la antigüedad clásica contra la mujer filósofa

En la búsqueda histórica, dentro de la antigüedad clásica, de referentes o modelos para fomentar la filosofía entre las mujeres, nos encontramos prontamente con un obstáculo mayor. No sólo chocamos con una lamentable escasez de fuentes disponibles, sino que además nos encontramos por doquier con un discurso en el cual a la mujer se le niega, de una u otra manera, el acceso a la filosofía.

En la Grecia y Roma de la antigüedad, la mujer tiene asignado, en primer lugar, un rol social limitado (“dueña de casa”) que dificulta enormemente su educación y restringe su participación en la vida ciudadana. En segundo lugar, y acaso lo más grave, se ve apresada por un prejuicio generalizado en el cual se considera que por naturaleza no está bien dispuesta para la filosofía y las tareas de la razón. Simone de Beauvoir, en el inicio de su obra El segundo sexo, expone este prejuicio en las palabras del propio Pitágoras:

“Existe un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.” (Ss 11)

Ejemplos como éste abundan en la literatura y la filosofía antigua. Sin embargo, también es posible encontrar algunas luces (aunque escasas) que permiten contrariar estas nefastas opiniones. Si bien esos casos ejemplares no son totalmente perfectos –en el horizonte de nuestras actuales exigencias- sí consiguen poner en cuestión prejuicios arraigados de su propia época y que, aunque parezca sorprendente, aún conservan vigencia en algunos sectores de la sociedad hasta el día de hoy. Así es como podemos encontrar, por suerte, palabras como las que siguen en el siglo I d.C.:

“El mismo raciocinio han recibido de los dioses las mujeres y los hombres, el que utilizamos en las relaciones mutuas y con el que discurrimos sobre cada cosa si es buena o mala y si es hermosa o fea. (…) el deseo y la buena disposición natural hacia la virtud residen no sólo en los hombres, sino también en las mujeres.” (Df III-9)

Estas son palabras del filósofo estoico y romano Musonio Rufo, para quien, como se revisará a continuación, mujeres y hombres poseen por naturaleza la misma razón, disposición y capacidad para pensar y educarse, para filosofar y formarse como seres racionales y virtuosos. 

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J. P. Sartre: existencialismo y libertad total

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La existencia precede a la esencia

“el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y hacer recaer sobre él la responsabilidad total de su existencia.” (EH 33)

Pero, ¿qué es el ser humano?, ¿de qué trata su “existencia”? Para Sartre el ser humano no tiene un ser o esencia previa. Por el contrario, el ser humano “no es otra cosa que lo que él se hace” (EH 31). Se trata de la inevitable y fundamental libertad para hacerse a sí mismo en contraposición a toda tesis que mire al hombre como una naturaleza ya hecha o determinada de antemano. Ahora bien, sin negar la “condición humana” en la cual siempre es arrojada cada existencia, la libertad sería siempre total en la medida que nunca se deja de elegir qué hacer en cada situación en la cual uno se pueda encontrar. 

Es por lo anterior que Sartre afirma que “la existencia precede a la esencia”, pues antes de cualquier esencia (naturaleza, concepto o definición previa que le determine), el hombre existe eligiendo y haciendo su ser:

“¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y que después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después. Y será tal como se haya hecho.” (EH 31)

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Que Auschwitz no se repita (Theodor Adorno) [video]

Revisión de algunas ideas centrales de los textos “La educación después de Auschwitz” (C) y “Educación para la superación de la Barbarie” (EE) de Theodor Adorno.

1. La barbarie y el peligro de la repetición
2. La barbarie: una conciencia cosificada
3. Las tareas de la educación: autonomía y rechazo de la barbarie

– Texto base del video en: https://apuntesfilosoficos.cl/que-auschwitz-no-se-repita-theodor-adorno

Erich Fromm: patología de la normalidad

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“Nada es más común que la idea de que las gentes que viven en el mundo occidental del siglo xx están eminentemente cuerdas.” (Ps 11)

Para Erich Fromm las ideas de salud mental y normalidad han quedado ligadas estrechamente (tanto por el sentido común como por una parte de  los especialistas) bajo el criterio de adaptabilidad de los individuos a la sociedad a la cual pertenecen. Por esta razón, a la mayor parte de la población que funciona y actúa normalmente se las tiende a considerar no solo como “normales” sino también como “sanos” mentalmente.

Sin embargo,  la llamada “normalidad” está muy lejos de ser incuestionable respecto a su supuesta cordura. En efecto, como se verá, esta “salud mental” de la norma puede llegar a ser en muchos casos sumamente perjudicial para los individuos y la sociedad en general. De aquí que para Fromm resulte necesario revisar, antes que la patología individual, las patologías propias de la normalidad. 

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Nicola Abbagnano: búsqueda, compromiso y destino

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Para Nicolai Abbagnano, el existencialismo, más que una escuela o doctrina filosófica, es un llamado al hombre a adoptar una actitud total respecto de su propia existencia y a salir de la falta de compromiso consigo mismo:

“El existencialismo tiende a sustraer al hombre del indiferentismo anónimo, de la disipación, de la infidelidad a sí mismo y a los otros; tiende a restituirlo a su destino, a reintegrarlo a su libertad” (E 27)

Búsqueda

En primer lugar, Abbagnano señala la condición fundamental para todo ser humano:

“En todos sus aspectos, humildes o elevados, la existencia del hombre es la búsqueda del ser. (…) El hombre busca en todos los casos una satisfacción, un completamiento, una estabilidad que le faltan: busca el ser” (E 14)

Esta búsqueda del “ser”, nos dice, concierne a un “estado” o un “modo de ser” requerido para dar respuesta a las exigencias o necesidades fundamentales de la existencia.

Se trata de una “búsqueda” por cuanto dicho “ser” no está ya dado, sino que “falta” y no se lo “posee”. Este carácter de falta manifiesta cierto límite, “finitud” o impotencia que, aunque pareciera una debilidad, es lo que abriría la posibilidad de un genuino compromiso del ser humano consigo mismo.

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