Revolución cosmológica, revolución humana (I) Copérnico, Bruno y Kepler

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Revolución científica y “destrucción del Cosmos”

Sistema geocéntrico (ilus. A. Cellarius, Harmonia Macroscópica 1660)

La revolución científica no solo creó un nuevo método de conocimiento para el ser humano, sino también alteró radicalmente la mirada del cosmos y nuestro lugar en este.

De sentirnos seguros en el centro de un universo finito y ordenado, a reconocernos como un pequeñísimo punto sin lugar especial dentro de un inmenso universo. La revolución desencadenada por Nicolás Copérnico no solo rompió con más de un milenio de geocentrismo, sino que forzó a abandonar el lugar que teníamos dentro del todo.

“No hace falta que insista en la abrumadora importancia científica y filosófica de la astronomía copernicana la cual, al quitar a la Tierra del centro del mundo, colocándola entre los planetas, minó los fundamentos mismos del orden cósmico tradicional con su estructura jerárquica y con su oposición cualitativa entre el reino celeste del ser inmutable y la región terrestre o sublunar del cambio y la corrupción.” (Koyré, Del mundo cerrado al universo infinito 32)

Para Alexandre Koyré se trata de una verdadera “destrucción del cosmos”. Las nuevas ideas y el nuevo método de las ciencias consiguieron deshacer y recrear la mirada del universo. De uno finito, organizado y con finalidad, a uno infinito, matematizado, mecanizado y sin propósito dado. El ser humano queda fuera del centro de una totalidad que, además, revela dimensiones inimaginables, y cuyo ordenamiento —o falta de este— no ofrece con claridad un puesto humano en la totalidad del cosmos.

Y aunque la mirada del universo descubierto hasta Newton sufra cambios en el siglo XX, deja características y huellas esenciales —como se verá a continuación— que determinan hasta hoy cómo nos experimentamos y comprendemos dentro de la totalidad en la cual existimos.

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Stephen Hawking: visiones del universo

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¡A pensar el cosmos!

“Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado tan ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen lo que es el universo que no se han planteado la cuestión de por qué. Por el contrario, las personas cuya ocupación es preguntar por qué –los filósofos- no han sido capaces de mantenerse al tanto del avance de las teorías científicas” (TT 138).

Una de las reflexiones finales de Hawking en La teoría del todo, es la importancia de volver accesible la cosmología y sus fundamentos científicos a un público mayor. La enorme especialización de las ciencias desde el siglo XIX ha sido tan grande, que no solo se ha alejado enormemente del sentido común de las personas, sino que se ha vuelto incluso hermética para otras disciplinas del conocimiento humano.

Es así, comenta Hawking, que incluso para quienes por largo tiempo preguntaron por el cosmos –los filósofos- el tema ha quedado cerrado.  Un Περὶ οὐρανοῦ (Sobre el cielo) de Aristóteles parece anacrónico. O la famosa confesión kantiana “el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí” parecen más anécdotas que motores del pensamiento filosófico actual.

“(…) Los filósofos redujeron tanto el alcance de sus investigaciones que Wittgenstein, el más famoso filósofo de este siglo, dijo: ‘La única tarea que queda para la filosofía es el análisis del lenguaje’. ¡Qué retroceso desde la gran tradición de la filosofía de Aristóteles a Kant’!” (TT 138).

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