Revolución cosmológica, revolución humana (II) Galileo, Descartes y Newton

[Lectura: 11 min.]
Parte II. Continúa la revolución científica y la "destrucción del Cosmos" (Koyré). Una transformación no solo de la mirada del Universo, sino también del puesto del ser humano en el Cosmos. (Parte anterior)

4. Galileo: observa

“La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se puede entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto.” (Galileo, El ensayador 63)

Galileo Galilei, copernicano como Kepler, también defendió un universo fundado en las matemáticas. El nuevo método, por consiguiente, debía atender al aspecto cuantitativo de todo lo observado, aplicando mediciones cada vez que fuera posible. No se diferenciaba, entonces, entre un mundo terrenal y otro celestial, sino que todo quedaba regido bajo el “lenguaje matemático” del universo.

2 telescopios originales creados por Galileo (3 y 20 aumentos). La leyenda en latín dice: Tubo óptico, obra de Galileo, con el cual observó por primera vez las manchas solares, las montañas de la Luna, los satélites de Júpiter y una nueva imagen del universo en 1609. (museogalileo.it) 

Pero todo modelo o hipótesis matemática debía corroborarse en la experiencia. Esta confianza en lo empírico, lo condujo en 1609 a atender los rumores de un nuevo instrumento creado en Holanda: el perspicillum o telescopio. En pocos meses consiguió construir uno y perfeccionarlo para observar el cielo, iniciando la historia de un instrumento científico que no ha hecho sino ampliar el horizonte del universo ante nuestros ojos.

Sidereus Nuncius (El mensajero de las estrellas, 1610):

“Grandes en verdad son las cosas que en este breve tratado propongo a la vista y contemplación de los estudiosos de la naturaleza. Grandes, digo, sea por su excelencia intrínseca, sea por su novedad, jamás oída en todos los tiempos, sea en fin, por el instrumento mediante el cual esas mismas cosas se han hecho accesible a nuestros sentidos. (…) Sin duda es importante aumentar el gran número de las estrellas fijas que la humanidad ha podido contemplar hasta ahora mediante su visión natural, poniendo ante los ojos otras innumerables que nunca antes se habían visto…” (Galileo en Koyré, 87)

Continua leyendo Revolución cosmológica, revolución humana (II) Galileo, Descartes y Newton

Revolución cosmológica, revolución humana (I) Copérnico, Bruno y Kepler

[Lectura: 8 min.]

Revolución científica y “destrucción del Cosmos”

Sistema geocéntrico (ilus. A. Cellarius, Harmonia Macroscópica 1660)

La revolución científica no solo creó un nuevo método de conocimiento para el ser humano, sino también alteró radicalmente la mirada del cosmos y nuestro lugar en este.

De sentirnos seguros en el centro de un universo finito y ordenado, a reconocernos como un pequeñísimo punto sin lugar especial dentro de un inmenso universo. La revolución desencadenada por Nicolás Copérnico no solo rompió con más de un milenio de geocentrismo, sino que forzó a abandonar el lugar que teníamos dentro del todo.

“No hace falta que insista en la abrumadora importancia científica y filosófica de la astronomía copernicana la cual, al quitar a la Tierra del centro del mundo, colocándola entre los planetas, minó los fundamentos mismos del orden cósmico tradicional con su estructura jerárquica y con su oposición cualitativa entre el reino celeste del ser inmutable y la región terrestre o sublunar del cambio y la corrupción.” (Koyré, Del mundo cerrado al universo infinito 32)

Para Alexandre Koyré se trata de una verdadera “destrucción del cosmos”. Las nuevas ideas y el nuevo método de las ciencias consiguieron deshacer y recrear la mirada del universo. De uno finito, organizado y con finalidad, a uno infinito, matematizado, mecanizado y sin propósito dado. El ser humano queda fuera del centro de una totalidad que, además, revela dimensiones inimaginables, y cuyo ordenamiento —o falta de este— no ofrece con claridad un puesto humano en la totalidad del cosmos.

Y aunque la mirada del universo descubierto hasta Newton sufra cambios en el siglo XX, deja características y huellas esenciales —como se verá a continuación— que determinan hasta hoy cómo nos experimentamos y comprendemos dentro de la totalidad en la cual existimos.

Continua leyendo Revolución cosmológica, revolución humana (I) Copérnico, Bruno y Kepler

Ser primate, ser humano (I) Jane Goodall

[Lectura: 8 min.]

Ser humano: ¿un animal más?

¿Somos un animal más entre otros? El ser humano, con un amplio dominio sobre el planeta, tiene dificultades para reconocer la cercanía de su naturaleza con otras especies. Y no por nada, el desarrollo de su lenguaje, su tecnología y organización social han alcanzado un grado de complejidad que parece no tener comparación. Sin embargo, en la proximidad de algunas de las especies más cercanas, mucho de lo que creemos único en el Homo sapiens, queda en franca cuestión.

En el trato cotidiano con diversos animales, como nuestras mascotas, aunque reconocemos algo de “humanidad” en sus conductas, tendemos a mantenerlas en una categoría lejana. Algo distinto, sin embargo, ocurre al observar directamente al rostro y los ojos de uno de los grandes simios. En la mirada de un chimpancé, un bonobo, un orangután o un gorila pareciera expresarse un reflejo de nuestro propio ser. Y la evidencia es abundante, pues junto con compartir nada menos que entre el 98 y 99% de ADN, las observaciones acumuladas no han hecho sino intensificar la idea de que están mucho más cerca de nosotros de lo que solemos creer.

Pero, ¿por qué insistir en esta comparación? ¿Importan estas similitudes, cuando el hecho final es que solo el Homo sapiens se ha expandido por el planeta?

La naturaleza nos ofrece un espejo. En los grandes simios podemos ver no solo huellas de nuestros antiguos ancestros, sino también parte de lo que radica en el fondo de nuestro ser hasta el día de hoy.

A continuación, siguiendo a los etólogos y primatólogos Jane Goodall y Frans de Waal, se revisará dicho reflejo atendiendo a las dos especies vivas más cercanas: el chimpancé y el bonobo. Con estas se ahondará en nuestra innegable condición de ser primates, y en la posibilidad que tenemos de ir más allá de esta.

Homo sapiens en el reino animal

Dominio Reino Filo Clase Orden Familia Género Especie
Eucaria Animalia Cordados Mammalia Primate Homínidos Homo Sapiens

➤ Primates o “primeros” (desplegar)
  • Infraorden Simiformes (antropoides, monos y simios)
    • Familia Hilobátidos (simios menores, como Gibones)
    • Familia Homínidos (grandes simios)
      • Subfamilia Ponginae (Orangutanes)
      • Subfamilia Homininae (Chimpancés, Bonobos, Gorilas, Humanos)
        • Tribu Gorillini (Gorilas)
        • Tribu Hominini (Chimpancés, Bonobos, Humanos y especies relacionadas extintas)
          • Subtribu Panina
            • Género Pan
              • Pan troglodytes (chimpancé común)
              • Pan paniscus (bonobo)
          • Subtribu Hominina (humanos y especies relacionadas extintas)
            • Género Homo
              • Especies Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis, etc.
              • Especie Homo sapiens (única viva)

Fuente: Parker, Evolución 506.

 


Continua leyendo Ser primate, ser humano (I) Jane Goodall

Naturaleza y Emergencia I: C Lloyd Morgan

[Lectura: 8 min.]

1. Emergencia y nuevas realidades

“La naturaleza ama esconderse. [El devenir es un proceso secreto]” (Heráclito*)

Universo Geométrico – Alejandro Hernandez (ARTEnet)

La historia del universo transcurre como una incesante creación de nuevas realidades. Partículas elementales, átomos, moléculas, células, organismos complejos, e incluso, en nuestra propia especie, el surgimiento de la conciencia. ¿Qué más podemos esperar?

La naturaleza parece proceder a saltos, creando realidades tan disímiles como la materia inerte, lo vivo, o la conciencia reflexiva. Lo nuevo surge, pero sus características no se encuentran en las partes o etapas previas que lo han conformado. No hay metabolismo en los átomos de una célula, ni conciencia en las neuronas que conforman un cerebro. Es evidente que emergen realidades distintas, que a su vez son capaces de engendrar otras, hasta niveles inciertos de complejidad.

Conwy Lloyd Morgan 1852-1936

A este fenómeno de saltos creativos de la realidad, se lo conoce hace ya más de un siglo como emergencia. Tanto la filosofía como la ciencia la han abordado de manera sistemática para intentar esclarecer lo que acontece en esta.

En lo que sigue, primero con el filósofo C Lloyd Morgan (Evolución Emergente, 1922), y luego (parte II) con el científico y teórico de la complejidad John H Holland (Emergence, 1999), se aclararán algunas de las características fundamentales de la emergencia, así como lo que puede esperarse de su carácter creativo.
Continua leyendo Naturaleza y Emergencia I: C Lloyd Morgan

Ludwig von Bertalanffy: el sistema vivo

[Lectura: 10 min.]

Totalidad y organismo

Si hay algo que nos sorprende de lo vivo es su complejidad. Por bellas y asombrosas que puedan ser las formas de la materia inerte -montañas, océanos, estrellas- ninguna consigue acercarse al nivel de organización y elaborada dinámica que describe el más simple de los organismos vivos.

Protozoo (Vorticella) 400X Darkfield Microscopy (Frank Fox)

Como lo indicara Ludwig von Bertalanffy, la vida es un complejo sistema organizado, uno solo comprensible si se aprecia el organismo que aparece en su totalidad. La mirada centrada solo en sus partes y mecanismos aislados resulta insuficiente. Por un lado, las partes solo se comprenden correctamente al relacionarlas al todo al cual pertenecen; y, por otro, ese todo exhibe propiedades emergentes que no pueden ser reducidas a las de sus partes constituyentes:

Ludwig von Bertalanffy (1901 – 1972). Biólogo y filósofo austriaco.

“En primer lugar, es imposible desdoblar de modo completo los fenómenos de la vida en unidades elementales; cada porción y cada proceso no dependen sólo de las condiciones de él mismo, sino en un alcance mayor o menor «del todo», de la unidad de orden superior en la que se insertan (…) En segundo lugar, muestra el conjunto propiedades y modos de comportarse de que carecen las partes aisladas.” (CB, 13, 14)

Hoy esta idea se suele resumir así: “el todo es más que la suma de sus partes”. Pero aunque Bertalanffy toma distancia de las explicaciones reduccionistas, tampoco introduce un principio animista o metafísico para explicar el fenómeno emergente. Para él, en realidad, es el orden sistémico -la compleja red de relaciones entre todas las partes- la que explica el origen de nuevas propiedades y leyes:

“…no sólo hay que considerar las partes y procesos parciales del organismo, sino también sus múltiples interacciones y las leyes reguladoras de esas interacciones.” (CB, 207)

Esto es la “organísmica” o el “principio de totalidad”. Desde esta perspectiva, Bertalanffy planteará 3 características claves para poder definir lo vivo (cf. CB, 147):

  1. El sistema vivo es un sistema abierto.
  2. La vida existe en niveles jerárquicos de organización.
  3. El todo vivo cambia y posee un carácter histórico.

Continua leyendo Ludwig von Bertalanffy: el sistema vivo

Schrödinger: vida y entropía, la persistencia del orden

[Lectura: 8 min.]

Totalidad y organismo

“(…) el universo siempre va del “orden” al “desorden”, la entropía siempre aumenta.” (Richard Feynman, The Feynman Lectures on Physics)

El universo se dirige a un estado creciente de “desorden”: un aumento sin cesar de las azarosas configuraciones que puede adoptar su materia. La cantidad de microestados posibles crece inexorablemente, empujando a toda forma “ordenada” a volverse cada vez más improbable. Esto es lo que quiere decir, en términos generales, el principio entrópico o segunda ley de la termodinámica.

Toda estructura natural se dirige a su disolución, a la ascendente incertidumbre sobre la configuración que adoptará su materia. Y, tal como Ludwig Boltzmann lo formulara en el siglo XIX, siempre de modo irreversible:

“La termodinámica general se aferra a la invariable irreversibilidad de todos los procesos naturales. Asume una función (la entropía) cuyo valor solo puede cambiar en una dirección (por ejemplo, solo puede aumentar) a través de cualquier suceso en la naturaleza.” (Ludwig Boltzmann, Lectures on Gas Theory)

Pero hay un caso que parece excepcional. Hay un ente que aparenta ir contra la tendencia irreversible del crecimiento entrópico en el universo.

Los organismos vivos, en efecto, demuestran una extraordinaria capacidad para sostener su ordenamiento en el tiempo, como si poseyeran un principio activo que cuida su improbable configuración:

Erwin Schrödinger (Premio Nobel Física 1933)

“La sucesión de acontecimientos en el ciclo vital de un organismo exhibe una regularidad y un orden admirables, no rivalizados por nada de lo que observamos en la materia inanimada.” (Schrödinger, ¿Qué es la vida?, 105)

Desde esta observación inicial, Erwin Schrödinger inicia sus cuestionamientos sobre la naturaleza de lo vivo.

Sin negar de antemano la validez del principio entrópico en los seres vivientes, se pregunta por esta enigmática paradoja: mientras todo el cosmos tiende a la entropía, lo vivo persiste en sostener su orden. ¿Hay acaso aquí una ley o fuerza especial de la naturaleza no descubierta?, ¿o tal vez la entropía sigue rigiendo, pero de un modo que aún cabe aclarar?

El hecho es notable, no puede desatenderse esta improbable ocurrencia: lo vivo ha alcanzado un ordenamiento interno sumamente complejo. Tampoco puede olvidarse su enorme persistencia: la vida ha conseguido mantenerse a sí misma por casi cuatro mil millones de años. ¿Cómo podemos, entonces, comprender su maravillosa organización en un universo regido por la entropía?

Continua leyendo Schrödinger: vida y entropía, la persistencia del orden