Naturaleza y Emergencia I: C Lloyd Morgan

[Lectura: 8 min.]

1. Emergencia y nuevas realidades

“La naturaleza ama esconderse. [El devenir es un proceso secreto]” (Heráclito*)

Universo Geométrico – Alejandro Hernandez (ARTEnet)

La historia del universo transcurre como una incesante creación de nuevas realidades. Partículas elementales, átomos, moléculas, células, organismos complejos, e incluso, en nuestra propia especie, el surgimiento de la conciencia. ¿Qué más podemos esperar?

La naturaleza parece proceder a saltos, creando realidades tan disímiles como la materia inerte, lo vivo, o la conciencia reflexiva. Lo nuevo surge, pero sus características no se encuentran en las partes o etapas previas que lo han conformado. No hay metabolismo en los átomos de una célula, ni conciencia en las neuronas que conforman un cerebro. Es evidente que emergen realidades distintas, que a su vez son capaces de engendrar otras, hasta niveles inciertos de complejidad.

Conwy Lloyd Morgan 1852-1936

A este fenómeno de saltos creativos de la realidad, se lo conoce hace ya más de un siglo como emergencia. Tanto la filosofía como la ciencia la han abordado de manera sistemática para intentar esclarecer lo que acontece en esta.

En lo que sigue, primero con el filósofo C Lloyd Morgan (Evolución Emergente, 1922), y luego (parte II) con el científico y teórico de la complejidad John H Holland (Emergence, 1999), se aclararán algunas de las características fundamentales de la emergencia, así como lo que puede esperarse de su carácter creativo.
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Ludwig von Bertalanffy: el sistema vivo

[Lectura: 10 min.]

Totalidad y organismo

Si hay algo que nos sorprende de lo vivo es su complejidad. Por bellas y asombrosas que puedan ser las formas de la materia inerte -montañas, océanos, estrellas- ninguna consigue acercarse al nivel de organización y elaborada dinámica que describe el más simple de los organismos vivos.

Protozoo (Vorticella) 400X Darkfield Microscopy (Frank Fox)

Como lo indicara Ludwig von Bertalanffy, la vida es un complejo sistema organizado, uno solo comprensible si se aprecia el organismo que aparece en su totalidad. La mirada centrada solo en sus partes y mecanismos aislados resulta insuficiente. Por un lado, las partes solo se comprenden correctamente al relacionarlas al todo al cual pertenecen; y, por otro, ese todo exhibe propiedades emergentes que no pueden ser reducidas a las de sus partes constituyentes:

Ludwig von Bertalanffy (1901 – 1972). Biólogo y filósofo austriaco.

“En primer lugar, es imposible desdoblar de modo completo los fenómenos de la vida en unidades elementales; cada porción y cada proceso no dependen sólo de las condiciones de él mismo, sino en un alcance mayor o menor «del todo», de la unidad de orden superior en la que se insertan (…) En segundo lugar, muestra el conjunto propiedades y modos de comportarse de que carecen las partes aisladas.” (CB, 13, 14)

Hoy esta idea se suele resumir así: “el todo es más que la suma de sus partes”. Pero aunque Bertalanffy toma distancia de las explicaciones reduccionistas, tampoco introduce un principio animista o metafísico para explicar el fenómeno emergente. Para él, en realidad, es el orden sistémico -la compleja red de relaciones entre todas las partes- la que explica el origen de nuevas propiedades y leyes:

“…no sólo hay que considerar las partes y procesos parciales del organismo, sino también sus múltiples interacciones y las leyes reguladoras de esas interacciones.” (CB, 207)

Esto es la “organísmica” o el “principio de totalidad”. Desde esta perspectiva, Bertalanffy planteará 3 características claves para poder definir lo vivo (cf. CB, 147):

  1. El sistema vivo es un sistema abierto.
  2. La vida existe en niveles jerárquicos de organización.
  3. El todo vivo cambia y posee un carácter histórico.

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Schrödinger: vida y entropía, la persistencia del orden

[Lectura: 8 min.]

Totalidad y organismo

“(…) el universo siempre va del “orden” al “desorden”, la entropía siempre aumenta.” (Richard Feynman, The Feynman Lectures on Physics)

El universo se dirige a un estado creciente de “desorden”: un aumento sin cesar de las azarosas configuraciones que puede adoptar su materia. La cantidad de microestados posibles crece inexorablemente, empujando a toda forma “ordenada” a volverse cada vez más improbable. Esto es lo que quiere decir, en términos generales, el principio entrópico o segunda ley de la termodinámica.

Toda estructura natural se dirige a su disolución, a la ascendente incertidumbre sobre la configuración que adoptará su materia. Y, tal como Ludwig Boltzmann lo formulara en el siglo XIX, siempre de modo irreversible:

“La termodinámica general se aferra a la invariable irreversibilidad de todos los procesos naturales. Asume una función (la entropía) cuyo valor solo puede cambiar en una dirección (por ejemplo, solo puede aumentar) a través de cualquier suceso en la naturaleza.” (Ludwig Boltzmann, Lectures on Gas Theory)

Pero hay un caso que parece excepcional. Hay un ente que aparenta ir contra la tendencia irreversible del crecimiento entrópico en el universo.

Los organismos vivos, en efecto, demuestran una extraordinaria capacidad para sostener su ordenamiento en el tiempo, como si poseyeran un principio activo que cuida su improbable configuración:

Erwin Schrödinger (Premio Nobel Física 1933)

“La sucesión de acontecimientos en el ciclo vital de un organismo exhibe una regularidad y un orden admirables, no rivalizados por nada de lo que observamos en la materia inanimada.” (Schrödinger, ¿Qué es la vida?, 105)

Desde esta observación inicial, Erwin Schrödinger inicia sus cuestionamientos sobre la naturaleza de lo vivo.

Sin negar de antemano la validez del principio entrópico en los seres vivientes, se pregunta por esta enigmática paradoja: mientras todo el cosmos tiende a la entropía, lo vivo persiste en sostener su orden. ¿Hay acaso aquí una ley o fuerza especial de la naturaleza no descubierta?, ¿o tal vez la entropía sigue rigiendo, pero de un modo que aún cabe aclarar?

El hecho es notable, no puede desatenderse esta improbable ocurrencia: lo vivo ha alcanzado un ordenamiento interno sumamente complejo. Tampoco puede olvidarse su enorme persistencia: la vida ha conseguido mantenerse a sí misma por casi cuatro mil millones de años. ¿Cómo podemos, entonces, comprender su maravillosa organización en un universo regido por la entropía?

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Paul Nurse: ideas para una definición de vida

[Lectura: 10 min.]

Desde los filósofos presocráticos y Aristóteles, hasta científicos contemporáneos como Schrödinger, Bertalanffy, Jacques Monod, Humberto Maturana o Stuart Kauffman… numerosos han sido los intentos por aclarar la esencia de lo vivo.

Cuando comparamos la materia inerte con la vida a nuestro alrededor —-una estática roca contrastada a una danzante mariposa— pareciera que lo vivo no revistiera mayor dificultad para mostrar sus características más propias. Sin embargo, tras un examen más acucioso y una revisión más extensa de los fenómenos de la naturaleza, dicha seguridad se desvanece.

SARS-CoV-2 en microscopio electrónico: virus (amarillo) emergiendo de células. NG

Los virus, por ejemplo, aunque no tienen actividad por sí mismos, tan pronto entran en contacto con una célula huésped, cambian notablemente: sin poseer metabolismo propio, consiguen reproducirse e incluso evolucionar. ¿Son acaso estos una forma de vida?

Paul Nurse (biólogo y premio Nobel 2001), es consciente de la dificultad del problema. Y aunque reconoce que la inmensa variedad de organismos y entidades semejantes dificultan la caracterización esencial, considera que el desarrollo en el campo de la biología ha llegado a un punto en que haría posible superar este problema:

“Quizás sea la desconcertante diversidad de la naturaleza, que puede llegar a resultar abrumadora, lo que hace que nos cueste tanto encontrar teorías sencillas e ideas unificadoras. Pero lo cierto es que en biología disponemos de importantes ideas generales que nos ayudan a entender la complejidad de la vida” (p. 11).

La célula, el gen, la evolución por selección natural, la química de lo vivo y los flujos de información. Estas 5 ideas centrales utilizará Nurse para extraer 3 principios unificadores al servicio de intentar una nueva respuesta al gran problema: ¿qué es la vida?

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El origen o la emergencia de la ciudad

[Lectura: 13 min.]

La morada de la vida colectiva y el camino a la ciudad

No solo el ser humano ha demostrado históricamente su tendencia a vivir de forma conjunta, sino también muchos otros animales parecen tender a la vida gregaria. De igual modo, no solo el ser humano ha edificado y alterado su entorno, también otras especies han construido refugios y moradas colectivas. Insectos sociales capaces de crear hormigueros, termiteros y colmenas; u otros mamíferos con gran impacto ambiental, como los castores, con sus impresionantes diques y represas.

Aunque es cierto que las moradas colectivas del ser humano parecen tener una complejidad mucho mayor al del resto de las especies, no es del todo claro lo que las hace propiamente humanas. Tampoco resulta claro que sean algo necesario para el ser humano. No puede obviarse el hecho que éste vivió alrededor de 200.000 años como cazador recolector, trasladándose y obteniendo sus recursos sin poseer lugar fijo.  Fue tan solo hace 14.000 – 11.000 años atrás que creó sus primeros asentamientos, y apenas hace 6.000 – 5.000 años – el 3 % de la historia del Homo sapiens – que logró edificar y vivir realmente en ciudades como tal.

Eridu (Mesopotamia Meridional, 6.000 a.p.) Una de las primeras ciudades de la humanidad.

Como se verá, siguiendo a Gordon Childe, Lewis Mumford y otros, no solo los primeros asentamientos y aldeas, sino sobre todo la «revolución urbana» o «la emergencia de la ciudad» provocarán un cambio tan importante que no tendrá comparación con ninguna otra especie.

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Ser humano y conducta instrumental: medios para medios

[Lectura: 5 min.]

El uso de instrumentos no es exclusivo del género humano

¿En qué punto se produce la emergencia de la tecnología tal como la reconocemos en el ser humano? Pues, de hecho, el uso de instrumentos (objetos que permiten alterar el entorno en vistas de algún fin) no es algo exclusivo de la humanidad.

Mono capuchino (Sapajus libidinosus)

En los animales ya se observan conductas instrumentales. Las aves recolectan ramas y objetos del medio para confeccionar sus nidos destinados a sus polluelos. También los primates, como el mono capuchino, usan rocas para romper frutos para obtener sus alimentos (*).

En estos casos y otros similares, se observa el empleo de objetos del entorno como medios para un fin, ya sea de un modo directo y oportunista (tomar una roca y romper un fruto), o construyendo algo para un propósito determinado (un nido para incubar y criar).

E incluso hay casos de animales que demuestran una conducta instrumental mucho más desarrollada, volviendo aún más difusa la diferencia esencial en este tipo de comportamientos respecto del ser humano.

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