“Tras la muerte de Dios, tras el desmoronamiento de las utopías, ¿sobre qué base intelectual y moral queremos construir nuestra vida en común?” (Todorov, El espíritu de la ilustración, 7)
Categoría: Sociedad
Reflexiones sobre la sociedad moderna y contemporánea.
Dilthey: teoría de las concepciones del mundo
1. La lucha entre las concepciones del mundo
“Así como la tierra está cubierta de innumerables formas vivientes, entre las cuales acontece una lucha constante por la existencia y el espacio para su propagación, del mismo modo se desarrollan en el mundo de los seres humanos las formas de visión del mundo y luchan entre sí por el dominio del alma” (Dilthey, Teoría de las concepciones del mundo 47).
Desde sus orígenes el ser humano ha formado concepciones del mundo para dar respuesta a algunos de los problemas más importantes de su existencia: ¿qué somos?, ¿qué es el mundo?, ¿qué debemos hacer en este? Pero en el desarrollo histórico de estos intentos, lejos de una convivencia dialogante entre posturas, se ha dado un antagonismo lleno de pugnas fervientes y muchas veces violentas.
Para el filósofo Wilhelm Dilthey, una de las razones de estas luchas se explica por la íntima implicación de las concepciones de mundo en la vida humana. Estas, dice, no son simples posturas intelectuales, sino que se originan y repercuten en la experiencia vital de los individuos.
Las ideas del mundo implican, por supuesto, pensamientos, pero también se fraguan en sentimientos, valoraciones, y voluntades. El desencuentro, por este motivo, va mucho más allá de una mera disputa de ideas.
Pero hay más. La pugna entre cosmovisiones también ocurre porque cada postura se autoafirma —declaradamente o no— como verdad completa, derivando en la negación total de toda otra concepción antagónica. Y aquí es donde Dilthey responde categóricamente: no hay sistemas de verdad absoluta.
Aunque las concepciones del mundo toquen algo de lo real, siempre dependerán de la experiencia de vida de los individuos, así como también de la época histórica a la cual pertenecen.
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Tecnología y remplazo humano. Ludismo y situación actual.
“En todas las fases de su existencia la máquina ha encontrado antipatías y oposiciones, ha suscitado reacciones, algunas débiles, otras histéricas, otras injustificadas y otras que, por su naturaleza, son tan inevitables y justas, que no es posible encarar el futuro de la máquina sin tenerlas en cuenta” (Mumford, p. 38).
En el origen de la revolución industrial, cuando las primeras máquinas comenzaban a ocupar un rol protagónico en la producción, se produjo la primera rebelión contra la sustitución del ser humano por la máquina.
Esta rebelión, conocida como “ludismo”, se opuso enérgicamente al nuevo despliegue tecnológico sin control. Pero, contrario a lo que suele pensarse, no se trató de una mera respuesta tecnofóbica. El movimiento estaba motivado por el daño que se había ocasionado a los trabajadores en medio de una implementación industrial sin regulación.
El problema del ludismo cobra especial importancia hoy. Con el rápido apogeo de nuevas tecnologías de automatización, no parece evidente que el remplazo de trabajadores vaya a ser compensado suficientemente y a tiempo. Sin desconocer el beneficio que puedan traer dichas tecnologías en el futuro, tampoco pueden introducirse olvidando a aquellos que puedan verse perjudicados durante su implementación, tal como ya ocurrió en el pasado.
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Cuarta revolución industrial (Klaus Schwab), IA y ¿descontrol tecnológico?
Vivimos una era de desarrollo técnico solo comparable con momentos que han sido decisivos dentro de la historia humana. Así como la revolución agrícola del neolítico, por la técnica de la domesticación, dio pie al proceso que condujo al surgimiento de las primeras ciudades y civilizaciones, las últimas revoluciones tecnológicas e industriales parecen no cesar en su transformación del mundo.
En lo que respecta a los últimos siglos, existe debate sobre si estamos en presencia de una sola gran revolución con diversas fases, o si se tratan de varias diferentes y consecutivas (cf. Iñigo p. 38). De cualquier manera, para Klaus Schwab, en las últimas dos décadas habríamos entrado en un nuevo proceso que merece el título de “cuarta revolución industrial” por el alcance de sus transformaciones.
Para algunos, los recientes avances tecnológicos siguen siendo parte de la tercera revolución desarrollada en la segunda mitad del siglo XX. Esta habría dado inicio a la era de la computación, catalizando el desarrollo productivo:
“por el desarrollo de los semiconductores, la computación mediante servidores tipo ‘mainframe’ (en los años sesenta), la informática personal (décadas de 1970 y 1980) e internet (década de 1990)” (Schwab, p. 20).
Pero para Schwab, aunque los cambios de los últimos años se sustentan en este proceso previo, la cuarta revolución iría mucho más allá al generar un impacto más profundo y acelerado. ¿No hacen acaso una enorme diferencia la hiperconexión y la convergencia tecnológica de, por ejemplo, la robótica y la inteligencia artificial?
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El origen o la emergencia de la ciudad
La morada de la vida colectiva y el camino a la ciudad
No solo el ser humano ha demostrado históricamente su tendencia a vivir de forma conjunta, sino también muchos otros animales parecen tender a la vida gregaria. De igual modo, no solo el ser humano ha edificado y alterado su entorno, también otras especies han construido refugios y moradas colectivas. Insectos sociales capaces de crear hormigueros, termiteros y colmenas; u otros mamíferos con gran impacto ambiental, como los castores, con sus impresionantes diques y represas.
Aunque es cierto que las moradas colectivas del ser humano parecen tener una complejidad mucho mayor al del resto de las especies, no es del todo claro lo que las hace propiamente humanas. Tampoco resulta claro que sean algo necesario para el ser humano. No puede obviarse el hecho que éste vivió alrededor de 200.000 años como cazador recolector, trasladándose y obteniendo sus recursos sin poseer lugar fijo. Fue tan solo hace 14.000 – 11.000 años atrás que creó sus primeros asentamientos, y apenas hace 6.000 – 5.000 años – el 3 % de la historia del Homo sapiens – que logró edificar y vivir realmente en ciudades como tal.

Como se verá, siguiendo a Gordon Childe, Lewis Mumford y otros, no solo los primeros asentamientos y aldeas, sino sobre todo la «revolución urbana» o «la emergencia de la ciudad» provocarán un cambio tan importante que no tendrá comparación con ninguna otra especie.
Lewis Mumford: reloj, modelo de máquinas y sincronizador de las acciones humanas
Pulso y ritmo en la civilización técnica
“El reloj, y no por cierto la máquina a vapor, es la máquina-clave de la época industrial moderna” (TE 20).
La máquina a vapor suele considerarse como uno de los inventos clave dentro del inicio de la revolución industrial y la época contemporánea. Su mecanismo -que multiplica las capacidades humanas explotando la energía del carbón- permitió desencadenar fuerzas de la naturaleza tan grandes que lograron movilizar no solo incontables nuevas máquinas, sino también a toda una sociedad que se volvía cada vez más técnica y tecnológica.
Sin embargo, es posible que a veces se pasen por alto otras invenciones que puedan haber jugado un rol tanto o más importante que las más emblemáticas. Este es el pensamiento de Lewis Mumford, para quien, muchos siglos antes, el reloj mecánico habría dejado una marca de radical importancia para la sociedad industrial por venir.
El reloj mecánico, dirigiendo el pulso y ritmo del tiempo que se avecinaba, habría sido prototipo de toda máquina futura (incluyendo la máquina a vapor), pero también de toda acción humana inserta en lo que él llamó la “megamáquina” de la sociedad tecnológica.
Ya desde el siglo XI, en una fase de preparación “eotécnica” -“cuando se hicieron o se prefiguraron todos los inventos clave”- se habría dado inicio a la búsqueda del reloj mecánico exacto que, junto a los vidrios ópticos y la imprenta, prepararían tanto al mundo como a los humanos en su adaptación a la nueva época.
“…los inventos fundamentales, de los que dependía todo los demás [modificaron] tanto el entorno externo como el carácter interior del hombre” (MM1 465).
El desarrollo del vidrio, en el siglo XVII, con sus usos ópticos (p.ej. telescopio) consolidaría el giro copernicano, modificando de raíz la mirada sobre el puesto del ser humano en el cosmos. La imprenta, en el siglo XV, destronaría el monopolio del saber, democratizando la información y multiplicando la capacidad de conocer e intercambiar ideas. Y el reloj mecánico, mucho antes, en el siglo XIII, guiaría máquinas y la cotidianidad de la vida humana.
En efecto, con el reloj mecánico el día cobra orden preciso y exacto, el tiempo se abstrae y se vuelve independiente del individuo; se sincronizan los movimientos de las máquinas y de los humanos. Será el modelo ejemplar de las máquinas automáticas por venir, y el director de la vida humana en su cotidianidad, hora tras hora.
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