Norberto Bobbio: promesas y paradojas de la democracia

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Una definición mínima de democracia

“Existen democracias más sólidas o menos sólidas, más vulnerables o menos vulnerables; hay diversos grados de aproximación al modelo ideal, pero aun la más alejada del modelo no puede ser de ninguna manera confundida con un Estado autocrático y mucho menos con uno totalitario.” (FD 46)

Para Bobbio, a pesar de todo, las democracias han logrado resistir e incluso aumentar en el mundo desde la segunda guerra mundial. Por lo mismo -y antes de abordar sus promesas incumplidas y paradojas imprevistas- considera fundamental dejar claro el suelo mínimo que ha persistido a lo largo del último tiempo y que ha significado su oposición definitiva frente a dictaduras y sistemas totalitarios.

“Si se me pide que dé una definición de democracia, yo les respondo así: la democracia es un conjunto de reglas que permiten tomar decisiones colectivas, vale decir, decisiones que se refieren a toda una colectividad, con el mayor consenso posible de las personas a las que estas decisiones se aplicarán.” (DP 127)

Este es el punto de partida para su definición mínima de democracia. Ésta tiene su propio modo de responder a las preguntas comunes a toda forma de gobierno, a saber: quiénes toman las decisiones, cómo lo hacen y bajo qué condiciones lo hacen. La democracia contestaría del siguiente modo:

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Hannah Arendt: poder y violencia

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Para una parte importante de la tradición del pensamiento político se ha asociado de manera más o menos directa el poder con la violencia. De acuerdo a esta perspectiva, tras el poder se hallaría, en realidad, la capacidad de ejercer violencia para mandar y dominar a otros. “El poder surge del cañón de un fusil”, decía Mao Zedong.

Por el contrario, para Hannah Arendt, la violencia no se identifica nunca con el poder, ni tampoco es capaz de producirlo; más bien, serían fenómenos contrarios:

“El poder y la violencia se oponen el uno a la otra; allá donde uno domina, la otra está ausente. La violencia aparece cuando el poder peligra, pero si se permite que siga su curso, lleva a la desaparición del poder. Lo cual implica que es un error pensar que lo opuesto de la violencia es la no violencia; hablar del poder no violento es una redundancia.” (SV 75)

Lo opuesto a la violencia es el poder. Para comprenderlo de esta manera, Arendt acude a una tradición diferente, en donde el poder no es mero mandato y obediencia, sino cooperación, acuerdo y coordinación entre iguales:

“Cuando la ciudad-estado de Atenas dio a su forma de gobierno el nombre de isonomía, o los romanos llamaron civitas a la suya, pensaban en una concepción del poder y de la ley cuya esencia no se basa en la relación mandato-obediencia ni identificaba el poder con el dominio o la ley con el mandato (…) ” (SV 55)

Como se verá, el auténtico poder radicará en la capacidad de unión para actuar concertadamente.

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