Jacques Ellul: el fenómeno técnico como realidad independiente

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“La técnica ha tomado cuerpo, se ha convertido en una realidad en sí misma. No es ya solamente medio e intermediario, sino objeto en sí, realidad independiente y con la que hay que contar” (Et 68).

En general, se suele considerar la técnica y las tecnologías como medios o herramientas al servicio del ser humano. Sin embargo, para Jacques Ellul, esta mirada excesivamente antropocéntrica ha sido incapaz de comprender el fenómeno técnico tal como ha evolucionado en los últimos siglos. La técnica, dice, no debe confundirse ni con las máquinas, ni con las operaciones técnicas particulares. La técnica, por el contrario, constituye un fenómeno total, un orden sistémico que ha llegado a expandir la lógica de la máquina a todos los ámbitos de la vida humana.

“…en nuestra civilización, la técnica no está limitada por nada: se extiende a todos los campos y abarca toda la actividad y todas las actividades del hombre.” (Et 84)

Si bien la técnica se originó históricamente como herramienta para servir al ser humano en su lucha contra el medio natural, ha evolucionado hasta convertirse ella misma en el medio o entorno con el cual hay que tratar. Pero esto no es todo, para Ellul el fenómeno técnico ha llegado a independizarse de los fines humanos. Y aunque es cierto que no puede entenderse su realidad sin ponerla en relación con la sociedad y el ser humano, es cada vez más evidente que ha hecho prevalecer su propia ley -eficiencia e instrumentalización total- hasta el punto de transformar al ser humano en una pieza más dentro de una inmensa maquinaria.

Caracterología del fenómeno técnico

Para comprender la independencia que ha cobrado el fenómeno técnico, Ellul profundiza en sus características principales. Partiendo por dos rasgos ya más tematizados (racionalidad y artificialidad) avanza hasta otros seis que considera han sido poco atendidos y que aclararían mejor el cómo la técnica emerge como una “realidad en sí”.

Racionalidad y artificialidad

En primer lugar, debe considerarse que la técnica siempre opera bajo un proceso completa y exclusivamente racional. Esto quiere decir que “tiende a someter al mecanismo lo que pertenece a la espontaneidad o a lo irracional” (Et 85), eliminando toda posibilidad de libre creación personal, restringiendo todo a esquemas estrictamente lógicos, factuales e instrumentales.  

En segundo lugar, el fenómeno técnico crea un verdadero “mundo artificial” que “destruye, elimina o subordina el mundo natural”. “Técnica se opone a la naturaleza”, dice Ellul y, a tal punto que, tal como evidenciamos hoy, “nos encaminamos rápidamente hacia el momento en que ya no dispondremos de medio natural” (Et 85).

  1. Automatismo de la elección técnica

“El automatismo es el resultado de que la orientación y la elección técnica se efectúan por sí solas.” (Et 86)

Éste es el primer rasgo clave que profundiza Ellul. La elección por la técnica tiende a decidirse por sí misma de manera automática: ante múltiples formas o métodos de proceder, siempre se escoge la más eficiente: “the best one way”.

Naciones e individuos se afanan por la eficiencia y delegan su elección a los medios técnicos. En el caso de quienes viven u optan por un camino diferente, se ven prontamente confrontados y superados por la eficacia superior que tiene la técnica, pues ésta no pone restricción alguna al uso de diversos medios. Ellul pone por ejemplo el caso de la técnica de propaganda nazi: no pudo ser vencida ni por la cultura, la religión o la educación del pueblo, sólo consiguió ser contrarrestada efectivamente cuando se utilizó a su vez la técnica de contrapropaganda. Aquí yace el automatismo propio de la elección técnica: o se adhiere a su modo de operar, o se fracasa ante el poder de su eficacia: “la técnica avanza, eliminando cuanto es menos fuerte que ella” (Et 91), dice Ellul, recordando a Ernst Jünger. 

  1. Autocrecimiento

“Actualmente la técnica ha alcanzado tal grado de evolución que se transforma y progresa casi sin intervención decisiva del hombre.” (Et 91)

Los progresos técnicos no dejan de desarrollarse y acumularse en todos los ámbitos de la vida humana. Sin embargo, aunque este crecimiento es realizado por los individuos, cada vez está menos bajo su control.

Actualmente, los principales avances tecnológicos no son el resultado del trabajo de unos cuantos genios aislados. Por el contrario, la totalidad de individuos de la sociedad constituyen estos progresos por medio de una infinidad de pequeños aportes y mejoras que cada uno realiza en sus respectivas ocupaciones:

“la técnica progresa mediante minúsculos perfeccionamientos que se suman indefinidamente hasta formar una montón de condiciones nuevas que permiten un paso decisivo.” (Et 92)

Al mismo tiempo, la masividad de avances técnicos producidos, crea una infinidad de nuevas posibilidades de combinatoria que gatillan causalmente nuevos descubrimientos tecnológicos. Y más aún, todos los descubrimientos importantes terminan repercutiendo en una serie de otras disciplinas para las cuales jamás fueron pensados: “cada invento técnico provoca otros inventos técnicos en otros campos” (Et 95).

El crecimiento tecnológico así dado es inmenso y muy difícil de controlar. Para Ellul “el progreso técnico tiende a realizarse según una progresión geométrica”, es decir, explosivo-expansivo (no puramente lineal), lo que vuelve la posibilidad de gobernarlo cada vez más difícil. El hecho se hace cada vez más evidente: “el hombre no puede prever nunca la totalidad de los efectos de una acción técnica” (Et 111).

  1. Unicidad (indivisibilidad)

Otro aspecto clave es la unicidad: el fenómeno técnico es un todo que no puede ser dividido en partes. Para Ellul, todos los elementos que la constituyen, por más que se manifiesten diversamente, “están ontológicamente unidos”:

“Las necesidades y los modos de acción de cada una de estas técnicas se combinan para formar un todo, en el que cada parte apoya y refuerza a las demás, integrando un fenómeno coordinado, del que es imposible aislar un elemento.” (Et 116)

Es por esto que es un error analizar y separar “buenas y malas tecnologías”, esto suele ocurrir porque se confunde máquina u operación técnica con el fenómeno técnico en su totalidad. La técnica, dice Ellul, avanza siempre bajo “la ley principal de nuestra época” en la cual “todo lo que es técnico, sin distinción de bien ni de mal, se utiliza necesariamente cuando se dispone de ello” (Et 105). Esto quiere decir que si algo ya se puede hacer técnicamente, entonces necesariamente se lo hará de ese modo. Si se intenta subordinar una posibilidad técnica a, por ejemplo, un principio ético, se lo ignorará para inclinarse siempre hacia la opción más eficiente.

  1. Encadenamiento

Ahora bien, autocrecimiento e indivisibilidad confluyen en el “encadenamiento de las técnicas”. Cada nueva máquina, tecnología o proceder técnico provoca una situación que exige necesariamente la creación de una nueva técnica asociada.

Ellul pone como ejemplo clásico el proceso por el cual se construyó la máquina de tejer industrial (la lanzadera volante): cada nueva exigencia (requerir más hilo) empujaba a crear una técnica nueva (creación de la Spinning Jenny) que a su vez, nuevamente, por sus efectos (más hilo del que puede manejar la tejedora), reclamaba otra tecnología más (telar Cartwright). Y así sucesiva e indefinidamente.

Pero el encadenamiento, por supuesto, no se limita únicamente a las máquinas, sino que se expande a toda la producción, a la organización del trabajo y a todos los ámbitos sociales y humanos que se le vinculan. Comienzan así a desarrollarse articulada y consecutivamente diversos complejos técnicos que responden a esta necesidad: sistemas comerciales, financieros, distributivos, productores, de consumo, de transporte, etc.

Y para la coordinación general: el Estado. Esto es, “un Estado que controle todo, a fin de que las máquinas, desarrolladas al azar, adquieran coherencia” (Et 120). Pero además, un Estado que logre la obediencia de los individuos para que trabajen para este engranaje, contando para ello con una serie de aparatos de orden coactivo (militares, policiales, administrativos, políticos).

Pero la coacción externa no bastaría. Ellul afirma que, a pesar de todo, el hombre se rebela al funcionamiento maquinal. Se vuelve necesario, entonces, desarrollar en una última etapa toda una serie de técnicas capaces de conquistar la voluntad e interioridad del ser humano:  

“Pronto se advierte que esta acción sobre el exterior del hombre es aún insuficiente. Se pide al hombre un esfuerzo inmenso, que sólo puede dar si está convencido, y no meramente forzado. Es necesario que entregue su corazón y su voluntad, lo mismo que su cuerpo y su cerebro. Las diversas técnicas de la propaganda, la pedagogía y la psicotecnia, vendrán en su ayuda. Sin ellas, el hombre no estará al nivel de las organizaciones y de las máquinas; sin ellas, la técnica se encuentra insegura. (…) Así culmina el edificio” (Et 120)

  1. Universalismo

El gran edificio del fenómeno técnico implica un universalismo en un sentido doble: se expande a la totalidad del planeta y desarrolla un lenguaje propio para todos quienes lo habitan.

Así, mientras en el pasado existía una diversidad esencial de culturas y civilizaciones, se ha llegado a un estado en el que la técnica constituye “una civilización entera” a lo largo y ancho de toda la Tierra. En ningún caso funcionaría como un complemento o instrumento al servicio de las diversas culturas, sino que ella misma, como fenómeno técnico, desplazaría o fagocitaría toda tradición previa para imponer su propia ley. En este sentido, Ellul no duda en afirmar que “la técnica no puede ser más que totalitaria” (Et 129).

Junto a lo anterior, el universalismo técnico desarrolla un lenguaje común a todos los hombres, uno que gobierna su subjetividad y establece la perspectiva de la realidad desde un único punto de vista para todos. Se trataría de un lenguaje fundamentalmente técnico, científico e instrumental que, sin importar procedencias o idiomas, permitiría un cierto tipo de “entendimiento” entre los individuos:

“La técnica es ahora el vínculo entre estos hombres. Mediante ella se comunican entre sí, cualesquiera que sean sus lenguas, creencias o razas; para la vida y para la muerte es el lenguaje universal que suple todas las deficiencias y separaciones.” (Et 127)

Sin embargo, esta comunicación se reduciría a un plano exclusivamente operativo e instrumental dejando fuera todo otro aspecto esencial para el ser humano. En el fondo, dice Ellul, “para la actividad hoy más importante no es necesario entenderse”, los individuos operarían solo como engranes coordinados, sin necesidad alguna de comunicarse plenamente entre ellos.

  1. Autonomía

Por último, y acaso el rasgo más importante, el fenómeno técnico se vuelve autónomo. Nada está por sobre su ley, nada lo subordina, “la técnica no soporta ningún enjuiciamiento ni acepta ninguna limitación”, todos los demás poderes operan para ésta:

“La técnica condiciona y provoca los cambios sociales, políticos y económicos. Es el motor de todo lo demás, pese a las apariencias, pese al orgullo del hombre que pretende que sus teorías filosóficas ejercen un poder determinante y que sus regímenes políticos son decisivos en la evolución histórica. No son las necesidades externas las que determinan la técnica, sino sus necesidades internas. Se ha convertido en una realidad en sí, que se basta a sí misma, que tiene sus leyes particulares y sus determinaciones propias.” (Et 138)

Esta autonomía conduciría a dos consecuencias que representan la cima misma del fenómeno técnico. En primer lugar, el fenómeno adquiriría “una potencia dotada de fuerza propia, que desvía, con arreglo a su sentido específico, las voluntades que la utilizan y los fines que se le proponen” (Et 146). Es decir, desarrolla una dirección propia capaz de transformar o expulsar todo intento humano de instalar un fin externo a su lógica propia.

En segundo lugar, el fenómeno técnico se vuelve tanto sacrílego como sagrado. Por un lado, “la invasión técnica desacraliza el mundo en que el hombre está llamado a vivir” (Et 147); destruye todo misterio y orden sagrado en la medida que todo lo que se le presenta lo reduce a mero mecanismo o instrumento de eficacia. Y, por otro lado –tal vez lo más sorprendente- la técnica misma llega a ocupar ese lugar que destruye, se vuelve sagrada. Sin necesariamente volverse una religión (lo sagrado se manifiesta de múltiples formas, dice Ellul) la técnica entrega al hombre algo que adorar y por lo cual afanarse, manifiesta su potencia y despierta el “instinto de poder” en los individuos:

“El hombre que vive en el medio técnico sabe que nada queda de espiritual. Y sin embargo, asistimos a una extraña inversión; el hombre no puede vivir sin lo sagrado, y concede este sentido a esto mismo que ha destruido todo lo que constituía su objeto: la técnica.” (Et 148)

¿Homo plus?

En la novela de Frederick Pohl –Homo Plus- el ser humano, confiado y afanado por la tecnología, opta por transformar a un ser humano un completo ensamblaje hombre-máquina con el fin de solucionar sus problemas políticos más importantes. Sin embargo, lo que en un comienzo parece mostrar un avance tecnológico capaz de perfeccionar al individuo, termina por revelarse como una total instrumentalización de la humanidad completa al servicio de un sistema tecnológico que ha cobrado absoluta independencia:  

“Mientras pensaran que las computadoras no eran más que meros utensilios, como un hacha o una sartén, continuarían confiándonos sus cálculos y sus datos, y aceptarían sin poner en duda cualquier interpretación que nosotros les suministráramos” (Hp, 278).

Aunque no estemos (aún) ante la presencia de una máquina con superinteligencia, como la que relata Pohl, los efectos más importantes se mantienen prácticamente iguales en nuestra civilización técnica. El ser humano construye un mundo artificial que supone a su servicio, pero el fenómeno técnico crece, se automatiza, se encadena, se unifica, se expande y termina por volverse una fuerza autónoma que somete a su propio creador.

Los individuos son tomados como simples recursos, como si se fueran cualquier otra cosa explotable del planeta. Y lo peor: no hay mayor consciencia de dicho  acontecimiento; el ser humano cree ingenuamente que las herramientas pueden usarse “para bien o para mal”, según sus propios fines.

Pero Ellul es claro: el fenómeno técnico tiene su propia ley, no se deja poseer sin más. Sin necesidad de tener una super inteligencia o una conciencia propia, la era de la tećnica pone al ser humano a su servicio. Lejos de perfeccionar su ser por medio del control de la naturaleza, lo instala dentro de su sistema como un auténtico “esclavo técnico(cf. ET 123).


Referencias

 – [Et] La edad de la técnica, Jacques Ellul. Ed. Octaedro.

– [Hp] Homo Plus, Frederick Pohl. Ed. Bruguera.

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– Descarga aquí Caracterología de la Técnica de Jacques Ellul (de su obra La edad de la técnica)

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Publicado por

T.M.

Escritos: Tomás M. Revisión: Catalina L. (ver más)

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