La pregunta por el progreso humano
En medio de periodos de crisis o grandes transformaciones de la vida humana, a menudo resulta inevitable preguntar si existe o no un progreso en la historia de la humanidad. Kant, pocos años después de la Revolución Francesa, abordó este problema e hizo un intento por dar una respuesta (Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor, 1798).
Su mirada se centró especialmente en la posibilidad de hacer una predicción futura (más que preguntar por el posible progreso hasta el presente) y siempre en relación a la totalidad de la humanidad según sus actos, costumbres y convivencia en común (en ningún caso pregunta por una evolución “natural” o tecnológica).
Como se verá, “sin pretensión de ser vidente”, Kant arriesgará una postura. Siguiendo las tres posibles respuestas generales al problema (progreso, decadencia o estancamiento), defenderá una de éstas apoyándose en una gran señal histórica que, a su juicio, inclinaría la tendencia en una de estas direcciones.
¿Progreso, decadencia o estancamiento? ¿Es posible predecir la historia humana?
Así entonces, o bien la humanidad empeorará sostenidamente (“terrorismo moral”), o bien progresará constantemente hacia mejor (“eudemonismo” o “quiliasmo”), o bien se mantendrá más o menos en el mismo nivel de progreso, avanzando y retrocediendo (“abderitismo”). Esta postura de estancamiento es a juicio de Kant la más común en su tiempo:
“Nuestra especie (…) edifica para derribar, y se da a la tarea más desesperada, cargando la piedra de Sísifo montaña arriba para dejarla rodar en un momento” (FH 100).
Pero, ¿es posible realmente conocer y realizar una “historia profética”? Para Kant la dificultad radica en que no se está tratando con simples fenómenos de la naturaleza, sino con seres humanos capaces de actuar libremente. Incluso, dice, si se pudiera verificar en el pasado un claro recorrido de progreso (o decadencia) hasta el día de hoy, nada podría asegurar que no se produjera un recodo, un giro abrupto en el curso ya dado. Con el ser humano no se puede conseguir una predicción del mismo modo como predecimos el movimiento de los astros en el cielo:
“porque para esto se necesita la conexión de las leyes naturales, indicación que hay que rechazar tratándose de la futuras acciones humanas” (FH 103).
Y aunque para Kant el ser humano puede actuar según una “ley moral” (dada por la razón pura práctica), tampoco ahí es posible hacer predicciones. En efecto, el deber implicado en dicha ley es un deber que puede o no ser obedecido por las personas:
“Porque nos las habemos con seres que actúan libremente, a los que se puede dictar de antemano lo que deben hacer pero de los que no se puede predecir lo que harán…” (FH102).
Sin embargo: una señal histórica de progreso
A pesar de lo anterior, Kant cree que, al menos, sí es posible encontrar en la experiencia pasada un hecho notable que remitiría a una causa de progreso futuro, a una “tendencia” hacia mejor. En sus palabras:
“…de modo que aquel hecho tuviera que considerarse no como causa de ese progreso, sino únicamente como apuntando hacia él, como señal histórica (signum rememorativum, demonstrativum, prognosticum), y así se pudiera demostrar la tendencia del género humano en su totalidad…” (FH 104).
Esta señal histórica no estaría muy lejos del tiempo en que escribe Kant. Como se mencionó, hace solo unos pocos años habría tenido lugar la Revolución Francesa. En ésta estaría contenida el signo clave referido.
Ahora bien, no se trataría de la Revolución en sí misma (pues “puede triunfar o fracasar”). La verdadera señal radicaría en los espectadores de ésta, quienes –sin estar directamente implicados y comprometidos- habrían llegado a experimentar una “participación afectiva”, un “entusiasmo” ligado a un “ideal” vinculado a la posibilidad de progreso de la humanidad.
“Se trata tan solo de la manera de pensar de los espectadores que se delata públicamente en este juego de grandes transformaciones (…) esta revolución, digo yo, encuentra en el ánimo de todos los espectadores (que no están complicados en el juego) una participación de su deseo, rayana en el entusiasmo, cuya manifestación, que lleva aparejada un riesgo –por la exposición de su postura–, no puede reconocer otra causa que una disposición moral del género humano” (FH 106).
El punto queda más claro cuando Kant menciona los dos aspectos implicados en este ideal. Por una parte, el anhelo de un derecho de autodeterminación de los pueblos (“que ningún pueblo debe ser impedido para que se dé a sí mismo la constitución que bien le parezca”); por otra parte, el que dicha constitución impida la “guerra agresiva” actuando siempre desde el derecho y no la fuerza (por tanto, una constitución “republicana”).
El último aspecto es de especial importancia para Kant. Para éste la guerra (civil o con otros Estados) es la “fuente de todos los males y de toda la corrupción” (FH 106). La guerra frenaría o perturbaría siempre los intentos de progreso humano, por lo que garantizar que cada vez se vuelva más escasa, permitiría dar una base sólida al progreso futuro:
“asegurar negativamente al género humano, a pesar de su fragilidad, el progreso hacia mejor, de suerte que, por lo menos, no sea perturbado en él” (FH 106).
De este modo, el entusiasmo estaría ligado al deseo humano por llegar a una constitución tal (dada por el pueblo, fundada en el derecho y contraria a la guerra). Y, más allá del hecho histórico en sí, la señal quedaría asegurada en la memoria de la humanidad pues, como menciona Kant, “un fenómeno como ese no se olvida jamás” (FH 108).
“Si la revolución o la reforma de la constitución de un pueblo a fin de cuentas fracasara, o si, habiendo regido durante algún tiempo, las cosas volvieran a su antiguo cauce (…) no por eso pierde aquella predicción filosófica nada de su fuerza. Porque ese acontecimiento es demasiado grande, demasiado ligado al interés de la humanidad, demasiado esparcido, en virtud de su influencia sobre el mundo, por todas sus partes, para que los pueblos no le recuerden en algún ocasión propicia y no sean incitados por ese recuerdo a repetir el intento…” (FH 109).
¿Qué se puede esperar de este progreso futuro?
Kant es, ciertamente, optimista, pero también es cauto. Sobre qué se podría esperar si esta predicción fuera correcta dice:
“No una cantidad siempre creciente de la moralidad en el sentir, sino de los productos de su legalidad en las acciones debidas, cualesquiera sean los móviles que las ocasionen…” (FH 114) .
En otras palabras, no habría que esperar principal ni necesariamente una mejoría “interna” del ser humano, es decir, un obrar justo por el deber mismo de hacerlo, sino tan solo una conformidad de sus acciones a lo debido, pudiendo ser sus motivos muy variados (incluyendo el auto interés). Sería justamente la constitución y sus leyes, acordadas por los ciudadanos, lo que garantizaría este desarrollo en el largo plazo.
Por la misma razón señala también que la mejoría humana debe pensarse primero “de arriba abajo” y no “de abajo arriba”. En otras palabras: si bien considera importante la educación y la formación de los seres humanos (de abajo a arriba), lo principal sería garantizar en primera instancia la constitución legítima del pueblo (de arriba abajo) para una convivencia en conformidad a lo justo. Además, añade que, lo mismo que ocurriría en relación a los individuos dentro de un Estado, tendría que extenderse luego entre todos los Estados del mundo bajo un derecho internacional (“una gran federación de naciones”).
“Poco a poco las violencias de los poderosos serán menos frecuentes, la obediencia a las leyes más. Surgirán en la comunidad más acciones benéficas, habrá menos discordias en los procesos, más seguridad en la palabra dada, etc. en parte por motivos de honor, en parte por interés propio bien entendido, extendiéndose este comportamiento, finalmente, a las relaciones exteriores de los Estados, hasta la sociedad cosmopolita…” (FH 115).
La insociable sociabilidad y el trabajo milenario de las generaciones
“No es posible evitar cierta desgana cuando se contempla el ajetreo de la historia humana sobre la gran escena del mundo; y, a pesar de la esporádica aparición que la prudencia hace a veces, a la postre se nos figura que el tapiz humano se entreteje con hilos de locura, de vanidad infantil y, a menudo, de maldad y afán destructivo…” (FH 41).
Kant se atreve a asegurar un progreso constante para el futuro, a pesar que (como se ve en estas palabras) es totalmente consciente de la difícil situación humana. La “insociable sociabilidad” de la humanidad, esto es, “su inclinación a formar sociedad que, sin embargo, va unida a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con disolverla” (FH 46), abre la paradoja entre la tendencia a la unión y la simultánea inclinación al conflicto y la ruptura.
Pero, dice Kant, justamente en dicha contradicción es donde la naturaleza pondría el aliciente o incentivo para que la humanidad desarrolle sus facultades más importantes, aquellas que podrían hacerla capaz de salir de este penoso estado de convivencia.
Ahora bien, Kant no cree que la solución a la “insociabilidad sociabilidad” se consiga de la noche a la mañana. Su perspectiva de progreso futuro es, por lo menos, milenario (un “quiliasmo”). Y ante los comprensibles pesimismos por la belicosidad de la humanidad, confía, por una parte, de que tendrá que aprender en base a las nefastas consecuencias que se provoca (1) y, por otra, de que tan solo por medio “de una serie incontable de generaciones” alcanzará algún día la meta de todos sus esfuerzos (2).
(1) Sobre la guerra Kant recuerda el “remedio” de Hume (aprendizaje por las malas consecuencias):
“Cuando -nos dice- veo ahora las naciones en mutuas guerras, es como si viese a dos ebrios que se pelean con garrotes en un almacén de porcelanas: no sólo necesitarán mucho tiempo para curarse los chichones que se hicieron recíprocamente, sino que también tendrán que pagar los destrozos” (FH 118).
(2) Kant destaca la importancia del trabajo de las generaciones (incluso cuando obran para algo que solo las futuras vivirán):
“Siempre sorprende que las viejas generaciones parecen afanarse penosamente sólo en interés de las venideras, para prepararles un nivel sobre el cual levantar todavía más el edificio cuya construcción les ha asignado la Naturaleza; y que sólo las generaciones últimas gozarán la dicha de habitar en la mansión que toda una serie de antepasados, que no la disfrutará, ha preparado sin pensar en ello” (FH 45).
Referencias
– [FH] Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor en Filosofía de la Historia, I. Kant, Ed. FCE
– [FH] Idea de una historia universal en sentido cosmopolita en Filosofía de la Historia, I. Kant, Ed. FCE
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– Si el género humano se halla en progreso constante hacia mejor (texto completo de Kant)