Planetas: semillero de complejidad

[Lectura: 8 min.]

“Actualmente, nadie duda de la universalidad de los sistemas planetarios alrededor de otras estrellas”. (José Maza, Astronomía contemporánea 179)

Los planetas son, sin duda, inmensas masas de materia cuasi esféricas orbitando una estrella. Pero también son algo más. Porque de todos los astros del universo, son el lugar eminente para el desarrollo de complejidad, propiedades emergentes y fenómenos completamente nuevos. La Tierra y el origen de lo vivo es una primera comprobación, pero ¿cuántos lugares similares podemos esperar en el universo?

Exoplanetas (science.nasa.gov)

“En promedio, se estima que hay al menos un planeta por cada estrella en la galaxia. Eso significa que habría del orden de miles de millones de planetas solo en nuestra galaxia, muchos en el rango de tamaño de la Tierra”. (NASA, “Strange New Worlds”)

Y la cifra crece exponencialmente si consideramos todas las galaxias del universo observable: 10.000.000.000.000.000.000.000 (10²²) planetas.

Esta inmensa cantidad –junto con las condiciones generales que definen a todo planeta– permite pensar el cosmos como un auténtico semillero de complejidad. Y aunque no toda semilla germina, bastaría que un pequeño porcentaje lo hiciera para considerar un universo poblado de posibilidades y fenómenos nuevos por descubrir.

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Revolución cosmológica, revolución humana (II) Galileo, Descartes y Newton

[Lectura: 11 min.]
Parte II. Continúa la revolución científica y la "destrucción del Cosmos" (Koyré). Una transformación no solo de la mirada del Universo, sino también del puesto del ser humano en el Cosmos. (Parte anterior)

4. Galileo: observa

“La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se puede entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto.” (Galileo, El ensayador 63)

Galileo Galilei, copernicano como Kepler, también defendió un universo fundado en las matemáticas. El nuevo método, por consiguiente, debía atender al aspecto cuantitativo de todo lo observado, aplicando mediciones cada vez que fuera posible. No se diferenciaba, entonces, entre un mundo terrenal y otro celestial, sino que todo quedaba regido bajo el “lenguaje matemático” del universo.

2 telescopios originales creados por Galileo (3 y 20 aumentos). La leyenda en latín dice: Tubo óptico, obra de Galileo, con el cual observó por primera vez las manchas solares, las montañas de la Luna, los satélites de Júpiter y una nueva imagen del universo en 1609. (museogalileo.it) 

Pero todo modelo o hipótesis matemática debía corroborarse en la experiencia. Esta confianza en lo empírico, lo condujo en 1609 a atender los rumores de un nuevo instrumento creado en Holanda: el perspicillum o telescopio. En pocos meses consiguió construir uno y perfeccionarlo para observar el cielo, iniciando la historia de un instrumento científico que no ha hecho sino ampliar el horizonte del universo ante nuestros ojos.

Sidereus Nuncius (El mensajero de las estrellas, 1610):

“Grandes en verdad son las cosas que en este breve tratado propongo a la vista y contemplación de los estudiosos de la naturaleza. Grandes, digo, sea por su excelencia intrínseca, sea por su novedad, jamás oída en todos los tiempos, sea en fin, por el instrumento mediante el cual esas mismas cosas se han hecho accesible a nuestros sentidos. (…) Sin duda es importante aumentar el gran número de las estrellas fijas que la humanidad ha podido contemplar hasta ahora mediante su visión natural, poniendo ante los ojos otras innumerables que nunca antes se habían visto…” (Galileo en Koyré, 87)

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Revolución cosmológica, revolución humana (I) Copérnico, Bruno y Kepler

[Lectura: 8 min.]
Sistema geocéntrico (ilus. A. Cellarius, Harmonia Macroscópica 1660)

La revolución científica no solo creó un nuevo método de conocimiento para el ser humano, sino también alteró radicalmente la mirada del cosmos y nuestro lugar en este.

De sentirnos seguros en el centro de un universo finito y ordenado, a reconocernos como un pequeñísimo punto sin lugar especial dentro de un inmenso universo. La revolución desencadenada por Nicolás Copérnico no solo rompió con más de un milenio de geocentrismo, sino que forzó a abandonar el lugar que teníamos dentro del todo.

“No hace falta que insista en la abrumadora importancia científica y filosófica de la astronomía copernicana la cual, al quitar a la Tierra del centro del mundo, colocándola entre los planetas, minó los fundamentos mismos del orden cósmico tradicional con su estructura jerárquica y con su oposición cualitativa entre el reino celeste del ser inmutable y la región terrestre o sublunar del cambio y la corrupción.” (Koyré, Del mundo cerrado al universo infinito 32)

Para Alexandre Koyré se trata de una verdadera “destrucción del cosmos”. Las nuevas ideas y el nuevo método de las ciencias consiguieron deshacer y recrear la mirada del universo. De uno finito, organizado y con finalidad, a uno infinito, matematizado, mecanizado y sin propósito dado. El ser humano queda fuera del centro de una totalidad que, además, revela dimensiones inimaginables, y cuyo ordenamiento —o falta de este— no ofrece con claridad un puesto humano en la totalidad del cosmos.

Y aunque la mirada del universo descubierto hasta Newton sufra cambios en el siglo XX, deja características y huellas esenciales —como se verá a continuación— que determinan hasta hoy cómo nos experimentamos y comprendemos dentro de la totalidad en la cual existimos.

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Naturaleza y Emergencia I: C Lloyd Morgan

[Lectura: 8 min.]

1. Emergencia y nuevas realidades

“La naturaleza ama esconderse. [El devenir es un proceso secreto]” (Heráclito*)

Universo Geométrico – Alejandro Hernandez (ARTEnet)

La historia del universo transcurre como una incesante creación de nuevas realidades. Partículas elementales, átomos, moléculas, células, organismos complejos, e incluso, en nuestra propia especie, el surgimiento de la conciencia. ¿Qué más podemos esperar?

La naturaleza parece proceder a saltos, creando realidades tan disímiles como la materia inerte, lo vivo, o la conciencia reflexiva. Lo nuevo surge, pero sus características no se encuentran en las partes o etapas previas que lo han conformado. No hay metabolismo en los átomos de una célula, ni conciencia en las neuronas que conforman un cerebro. Es evidente que emergen realidades distintas, que a su vez son capaces de engendrar otras, hasta niveles inciertos de complejidad.

Conwy Lloyd Morgan 1852-1936

A este fenómeno de saltos creativos de la realidad, se lo conoce hace ya más de un siglo como emergencia. Tanto la filosofía como la ciencia la han abordado de manera sistemática para intentar esclarecer lo que acontece en esta.

En lo que sigue, primero con el filósofo C Lloyd Morgan (Evolución Emergente, 1922), y luego (parte II) con el científico y teórico de la complejidad John H Holland (Emergence, 1999), se aclararán algunas de las características fundamentales de la emergencia, así como lo que puede esperarse de su carácter creativo.
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Collingwood: tres ideas de la naturaleza

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El origen de las grandes ideas de la naturaleza

 “… ha habido tres épocas de pensamiento cosmológico positivo; tres épocas, queremos decir, en las que la idea de la naturaleza se ha colocado en el centro del pensamiento, se ha convertido en tema de intensa y prolongada reflexión” (IN 15).

Naturaleza como organismo, naturaleza como máquina, naturaleza como proceso. Para Collingwood, cada una de estas ideas habría logrado desarrollar cosmovisiones predominantes dentro de la historia de Occidente, con largas implicaciones en la autocomprensión del ser humano y el mundo en el que existe.

Ahora bien, la “intensa y prolongada reflexión” que señala, no tendría que ver solamente con un teorizar y pensar puro de la totalidad del cosmos (“filosofía”). Para Collingwood, el surgimiento de las grandes ideas del mundo natural serían siempre resultado de una dinámica entre la reflexión del todo y la investigación empírica y “en detalle” de la naturaleza (“ciencia”):

“…ambas cosas se hallan tan íntimamente trabadas que la ciencia de la naturaleza no puede marchar largo tiempo sin que comience ya la filosofía y que ésta repercuta sobre la ciencia, de la que ha surgido, proporcionándole luego una firmeza y consistencias nuevas…” (IN 17).

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Stephen Hawking: visiones del universo

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¡A pensar el cosmos!

“Hasta ahora, la mayoría de los científicos han estado tan ocupados con el desarrollo de nuevas teorías que describen lo que es el universo que no se han planteado la cuestión de por qué. Por el contrario, las personas cuya ocupación es preguntar por qué –los filósofos- no han sido capaces de mantenerse al tanto del avance de las teorías científicas” (TT 138).

Una de las reflexiones finales de Hawking en La teoría del todo, es la importancia de volver accesible la cosmología y sus fundamentos científicos a un público mayor. La enorme especialización de las ciencias desde el siglo XIX ha sido tan grande, que no solo se ha alejado enormemente del sentido común de las personas, sino que se ha vuelto incluso hermética para otras disciplinas del conocimiento humano.

Es así, comenta Hawking, que incluso para quienes por largo tiempo preguntaron por el cosmos –los filósofos- el tema ha quedado cerrado.  Un Περὶ οὐρανοῦ (Sobre el cielo) de Aristóteles parece anacrónico. O la famosa confesión kantiana “el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí” parecen más anécdotas que motores del pensamiento filosófico actual.

“(…) Los filósofos redujeron tanto el alcance de sus investigaciones que Wittgenstein, el más famoso filósofo de este siglo, dijo: ‘La única tarea que queda para la filosofía es el análisis del lenguaje’. ¡Qué retroceso desde la gran tradición de la filosofía de Aristóteles a Kant’!” (TT 138).

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