Pulso y ritmo en la civilización técnica
“El reloj, y no por cierto la máquina a vapor, es la máquina-clave de la época industrial moderna” (TE 20).
La máquina a vapor suele considerarse como uno de los inventos clave dentro del inicio de la revolución industrial y la época contemporánea. Su mecanismo -que multiplica las capacidades humanas explotando la energía del carbón- permitió desencadenar fuerzas de la naturaleza tan grandes que lograron movilizar no solo incontables nuevas máquinas, sino también a toda una sociedad que se volvía cada vez más técnica y tecnológica.
Sin embargo, es posible que a veces se pasen por alto otras invenciones que puedan haber jugado un rol tanto o más importante que las más emblemáticas. Este es el pensamiento de Lewis Mumford, para quien, muchos siglos antes, el reloj mecánico habría dejado una marca de radical importancia para la sociedad industrial por venir.
El reloj mecánico, dirigiendo el pulso y ritmo del tiempo que se avecinaba, habría sido prototipo de toda máquina futura (incluyendo la máquina a vapor), pero también de toda acción humana inserta en lo que él llamó la “megamáquina” de la sociedad tecnológica.
Ya desde el siglo XI, en una fase de preparación “eotécnica” -“cuando se hicieron o se prefiguraron todos los inventos clave”- se habría dado inicio a la búsqueda del reloj mecánico exacto que, junto a los vidrios ópticos y la imprenta, prepararían tanto al mundo como a los humanos en su adaptación a la nueva época.
“…los inventos fundamentales, de los que dependía todo los demás [modificaron] tanto el entorno externo como el carácter interior del hombre” (MM1 465).
El desarrollo del vidrio, en el siglo XVII, con sus usos ópticos (p.ej. telescopio) consolidaría el giro copernicano, modificando de raíz la mirada sobre el puesto del ser humano en el cosmos. La imprenta, en el siglo XV, destronaría el monopolio del saber, democratizando la información y multiplicando la capacidad de conocer e intercambiar ideas. Y el reloj mecánico, mucho antes, en el siglo XIII, guiaría máquinas y la cotidianidad de la vida humana.
En efecto, con el reloj mecánico el día cobra orden preciso y exacto, el tiempo se abstrae y se vuelve independiente del individuo; se sincronizan los movimientos de las máquinas y de los humanos. Será el modelo ejemplar de las máquinas automáticas por venir, y el director de la vida humana en su cotidianidad, hora tras hora.
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