Desde los filósofos presocráticos y Aristóteles, hasta científicos contemporáneos como Schrödinger, Bertalanffy, Jacques Monod, Humberto Maturana o Stuart Kauffman… numerosos han sido los intentos por aclarar la esencia de lo vivo.
Cuando comparamos la materia inerte con la vida a nuestro alrededor —-una estática roca contrastada a una danzante mariposa— pareciera que lo vivo no revistiera mayor dificultad para mostrar sus características más propias. Sin embargo, tras un examen más acucioso y una revisión más extensa de los fenómenos de la naturaleza, dicha seguridad se desvanece.
Los virus, por ejemplo, aunque no tienen actividad por sí mismos, tan pronto entran en contacto con una célula huésped, cambian notablemente: sin poseer metabolismo propio, consiguen reproducirse e incluso evolucionar. ¿Son acaso estos una forma de vida?
Paul Nurse (biólogo y premio Nobel 2001), es consciente de la dificultad del problema. Y aunque reconoce que la inmensa variedad de organismos y entidades semejantes dificultan la caracterización esencial, considera que el desarrollo en el campo de la biología ha llegado a un punto en que haría posible superar este problema:
“Quizás sea la desconcertante diversidad de la naturaleza, que puede llegar a resultar abrumadora, lo que hace que nos cueste tanto encontrar teorías sencillas e ideas unificadoras. Pero lo cierto es que en biología disponemos de importantes ideas generales que nos ayudan a entender la complejidad de la vida” (p. 11).
La célula, el gen, la evolución por selección natural, la química de lo vivo y los flujos de información. Estas 5 ideas centrales utilizará Nurse para extraer 3 principios unificadores al servicio de intentar una nueva respuesta al gran problema: ¿qué es la vida?
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